domingo, 12 de octubre de 2014

EL ÉBOLA


Lo bueno que tienen las crisis es que hacen aparecer lo mejor y lo peor de las organizaciones, de las empresas, de la sociedad y de los individuos. Lo bueno que tienen es que despojan a los actores que participan en las mismas de todo oropel, ropaje superfluo, palabras huecas o grandilocuentes, tramoyas, ornato, en definitiva cualquier elemento artificioso, para dejarles desnudos con sus valores reales frente a los problemas.
Es ante esa desnudez en donde los seres humanos dan su verdadera talla, donde las organizaciones o empresas se presentan con su verdadero valor, donde la sociedad se define a sí misma. Es en esa desnudez donde aparecen lo mejor y lo peor de la naturaleza humana. La crisis del Ébola no ha sido una excepción, y ha sacado a relucir el verdadero valor de todos los agentes que han participado en ella
Para empezar por los mejores, es de agradecer los numerosos profesionales que día a día han cuidado de las personas infectadas o sospechosas de serlo. Estos son los verdaderos héroes de esta peripecia, Como suele ocurrir con los buenos hacen su trabajo en silencio y hablan poco por la televisión. Es también de agradecer la mesura que han demostrado los ciudadanos próximos al problema, a pesar del miedo que reconocían llevar dentro del cuerpo.
Pero a partir de ahí todo ha sido una demostración de incompetencia, mendacidad, miseria humana, falta de ética. En definitiva todos los males de la sociedad mediático-político-científica, puestos uno detrás de otros o todos a la vez para hacernos ver la bajeza que exhiben algunos representantes de la raza humana.
Para empezar fracaso estrepitoso de la Sanidad Pública, que se ha visto desbordada por dos enfermos, ahora tres, que por si fueran poco eran compañeros de profesión, sin saber dar la respuesta adecuada a un problema sanitario que al menos por su cantidad no deja de ser de tono menor. Que tengan que tirar de la bolsa de interinos deja a las claras el compromiso de algunos miembros de esa Sanidad Pública con los enfermos españoles y con su profesión. Una empresa privada que se juega su prestigio y su negocio, no comete esos errores.
La desorganización que todos hemos visto en las imágenes de televisión, donde se veían traslados de enfermos con personal protegido, acompañado por otro en manga corta, o el desorden en algunas habitaciones, dan una idea del rigor en las actuaciones de ese personal, y de esto no tiene la culpa la ministra ni el consejero, son elementos de simple organización que en un hospital de infecciosos deberían estar más que sabidos. Y entre la ministra y los auxiliares de enfermería, que vienen siendo los actores más señalados en este proceso, seguro que hay muchos que cobran lo suficiente para que estas cosas no ocurran.
Pero eso no quiere decir que la ministra no tenga responsabilidades, que las tiene y muchas. La primera equivocación es la de montar un operativo de estas características en un hospital para uso habitual de la población. Segundo, no establecer protocolos específicos para este caso. Lo de los 38,6 grados es de libro: lo que puede servir para hacer una selección entre la población numerosa de una zona, no puede servir para hacer esa selección entre  la pequeña población  que a ciencia cierta ha estado en contacto con la enfermedad. Tercero, en materia de Sanidad las comunidades autónomas llegan hasta donde llegan, en la de Madrid está secuestrada por una Izquierda que tiene en ella su “cuartel de invierno” para cuando vengan tiempo mejores, y hacen lo posible para que lleguen cuanto antes. Para estos la Sanidad de Madrid cuanto peor mejor.
El comportamiento de los sindicatos de clase, como viene siendo habitual de vergüenza: que salga una individua para decir que lo que no tenían que haber hecho es traer a los doctores infectados, demuestra dos cosas: que a esta señora la mueven elementos ideológicos como es el hecho de que eran misioneros, y que está exenta de la vergüenza que impide a cualquier miembro de un Estado dejar tirados a los suyos, los mejores, en el “campo de batalla”. Esta está como muchos en estos sindicatos, para que le caiga el salario sin trabajar y si hace al caso, algún millón de euros como al jefe de los mineros de Rodiezmo.
Que la ministra o los sindicatos no estén a la altura puede ser motivado por del desconocimiento, por el interés partidista o por los nervios. Pero lo de los medios de comunicación no tiene parangón. La vileza, el regodeo en la miseria, el alarmismo, la falta de rigor, de prudencia, de respeto a los enfermos, o a las personas que estaban implicadas y sus familiares, solo es propio del amarillismo rampante que invade las mediocres cadenas de televisión, que en esta crisis han conseguido que muchos dejemos de ver los noticias. Ni la TVE, que no depende de la audiencia, si no del dinero que nos cuesta a todos, o de su gigantesca deuda que antes o después tendremos que pagar, ha podido evitar el esperpento. ¿Dónde estaba esa redacción de informativos que es tan exigente cuando de sus intereses se trata? Eso sí, no han  conseguirlo montar otro “Prestige”, que bien que lo han intentado. Solo la toma de las riendas por parte del Comité de Crisis ha frenado el ímpetu por hacerlo.
De reconocer es la actitud del PSOE, al no entrar en polémicas mientras no se resuelva la crisis. Bien es cierto que no les hace falta, para eso tienen a los sindicatos y a la Sexta. Estos se han dado cuenta de que la falta de credibilidad de los políticos es tal que la gente no solo no se creen lo que dicen, si no que no se lo creen precisamente porque son ellos los que lo dicen, y han pensado que lo mejor es callarse. Bueno en todo caso es un signo de inteligencia.
Pero una vez más el gobierno de España ha dado la impresión de no estar a la altura de las circunstancias. Esa sensación de dejar hacer, hasta que los acontecimientos le desbordan. Esa sensación de que la iniciativa la lleva cualquiera menos quien tiene la mayor responsabilidad. Ese dejar que todo el mundo opine según su conveniencia, sin que el que tiene la mejor y más veraz información, como es el caso del gobierno, sea capaz de apenas balbucear alguna justificación. Y para uno que no tiene complejos de decir lo que piensa, como es el caso del consejero de la comunidad de Madrid, resulta que se pasa tres pueblos.
En todo caso, y lo dejo para el final, lo importante es que Teresa se recupere. Ella no cometió ningún error, ni siquiera el de presentarse voluntaria, eso la honra. Ella ha sido víctima de una cadena de incompetentes que la pusieron en una situación que nunca debería haberse producido.