domingo, 20 de noviembre de 2011

REFLEXIONES

La suerte está echada: Hoy, día de elecciones, antes de saber los resultados, todos esperamos que sean excelentes para el PP; me da por reflexionar sobre lo que se nos viene encima. No estoy hablando de la prima de riesgo, ni de los peligros de una intervención. En algunos de mis artículos he manifestado que no es tan fiero el león como lo pintan, y a partir de que gane Rajoy veremos lo acertada de esta afirmación. Me estoy refiriendo a si vamos a ser capaces de articular un proyecto de futuro para que el PP deje de ser un excepción, casi obligada por los acontecimientos, en la vida política de este país. Si vamos a dejar de ser ese último recurso, de un país entregado de por vida a los encantos de la izquierda, y a sus desmanes.

Tenemos una referencia para hacer un análisis, la vivida en los años 1995 y 96. En el año 95, en Castilla la Mancha conseguimos todas las diputaciones, todas las capitales de provincias y la mayoría de los municipios de la región. También conseguimos la CCM, que inmediatamente nos quitó Bono vía ley de Cajas, origen del desastre que ha vivido esta entidad. La región estuvo a un puñado de votos. Unos meses después en Elecciones Generales conseguimos el gobierno de España.

A pesar del inmenso poder que en aquel momento acumulamos, pasado los cuatro años de esa legislatura, en las Elecciones Municipales del año 99, todo se vino abajo. En Toledo mantuvimos la Diputación y el Ayuntamiento de la capital, y creo recordar que también los ayuntamientos de Guadalajara y Ciudad Real. El Gobierno Central aguantó una legislatura más y en el 2004 perdimos las Elecciones Generales en medio de una esplendida bonanza económica.

Viví de cerca, y en primera linea, aquellos acontecimientos y solo tuvieron que pasar algunos meses, para percibir con claridad lo que se nos venía encima.

Los candidatos que ganaron aquellas elecciones, sobre todos los alcaldes de capitales, y grandes ciudades y no digamos los presidentes de las diputaciones, se creyeron los “reyes del mambo”... vamos, que habían ganado las alcaldías o las diputaciones por oposición. Haciendo gala de una soberbia y una prepotencia sin límites rechazaron cualquier intento de coordinación de ese poder, despreciaron a los que les llevaron “en andas” hasta esos puestos, y faltaron al respeto y a la consideración debida a los electores que les cedieron su confianza.

En el ámbito nacional después de la primera legislatura en la que según Aznar, “hubo que hacer de la necesidad virtud”, con la mayoría absoluta el endiosamiento hizo acto de presencia y todo se fue al traste.

En ambos casos no supimos digerir la victoria, no se si por falta de experiencia en estas lides, por la falta de enjundia política de nuestros candidatos, por la ausencia de valores de los mismos, o por las tres cosas a la vez. En todo caso lo que ocurrió lo teníamos más que merecido. No supimos estar a la altura de lo que es exigible a un hombre público y mucho menos a un hombre de partido.

En estos meses se ha hablado mucho de que Castilla la Mancha es banco de pruebas de las políticas del PP. No creo tal cosa, creo que los que gobiernan hacen lo que pueden, pero lo que más me preocupa es “como lo están haciendo”. Lo que me preocupa es que aquellos “tic” de soberbia , prepotencia y desconsideración aparecen por doquier a cualquier paso o contratiempo, que tienen los titulares de Gobierno Regional.

Descalificaciones, cuando no insultos, impropios de un político, para aquellos que legítimamente protestan en defensas de sus intereses. Desaires y desprecios a colectivos, que manifiestan sus inquietudes. Falta de empatía para aquellos que se acercan para exponer sus problemas. En definitiva actitudes más que conocidas de cuyas consecuencias ya tenemos alguna experiencia.

Si nos trasladamos al partido, la enfermedad se multiplica. De la formación de las listas solo se puede deducir que el “efecto cortijo” se ha adueñado de todo el quehacer político. Los barones, tanta veces denostados, que aparecen de nuevo en el horizonte, y los amigos del Secretario Regional son los criterios imperantes en la formación de esas listas. Que se haga bueno aquello de que “hay que tener la boina en dos banquetas para que nunca te falte donde sentarte”, que un día me dijo, sin ningún empacho, un fornido alcalde manchego, no deja de ser penoso en un partido donde se supone que hay que “dar juego” al mayor número de personas posible. No digamos de la actitud “estalinista” con aquellos compañeros, políticamente valiosos, cuyo pecado fue ejercer sus derechos de militantes y que han sido apartados, sin ningún pudor, de una actividad política, para la que estaban sobradamente preparados. Mientras, observamos con asombro la que puede caer en determinadas instituciones si corren las listas como consecuencia de estas últimas elecciones.

Ahora todo marcha sobre ruedas, vamos de sobrados, pero cuando vengan las duras, cuando las “cañas se vuelvan lanzas” recogeremos lo que hayamos sembrado.

El problema de la política no es ganar, sino mantenerse. Lo primero lo puede alcanzar cualquiera con un poco de suerte, solo es necesario que el contrario pierda; lo segundo solo lo consiguen los buenos, los que tienen la humildad de reconocer que son personas corrientes que tienen que ganarse el liderazgo todos los días.

lunes, 7 de noviembre de 2011

PEPIÑO

El caso de Pepiño inunda las páginas de los diarios nacionales y de provincias. La rechifla del respetable, desborda los comentarios tanto en las redes sociales, de ahora; como en las de antiguamente: barras de bar, colas de supermercados, salida de misa de doce, etc. El asunto no le falta ningún ingrediente de lo que en La Codorniz titulaban como “Celtiberia Show”. La gasolinera llena de esforzados del volante, el primo del político esperando en la taquilla, el empresario con el sobre de billetes – desde que se inventaron los de quinientos euros ya no hacen falta maletines-, el pago del peaje, la entrevista en el coche oficial, escoltado por la Guardia Civil. Nada falta en este auto sacramental en el que se ha convertido la política en España. Digo auto sacramental y no drama o farsa, por que en esta representación tiene mucho que ver la Fe, la que algunos tienen en los partidos políticos.

En este caso como en otros, en los que he tenido la oportunidad de opinar, no quiero adelantar acontecimientos, ni hacer juicios temerarios. Lo que pedí en su día para Francisco Camp o Bárcenas, lo pido ahora para Blanco, a pesar de que lo que Blanco pedía para aquellos, no es igual que lo que ahora se exige a sí mismo. Como ya denuncié valoro el apoyo que el ministro está recibiendo de su partido, al contrario de lo que ocurre en el nuestro.

Pero este artículo no lo escribo para denunciar un posible caso de corrupción. Son tantos que hablar de ellos es lo más parecido a perder el tiempo. Lo que me quiero preguntar es: ¿hasta que punto no somos nosotros, los ciudadanos de este país, los responsables de el esperpento en el que se está convirtiendo la política en España?

Lo digo porque cuando hablamos de estas cuestiones el cinismo que nos invade es de tamaño sideral. Se habla de financiación irregular de los partidos y todos vemos como los gastos en las campañas electorales sobrepasan lo establecido por las Juntas Electorales, los gastos que se justifican en estas Juntas, o en el propio Tribunal de Cuentas. Esto lo saben en la Juntas Electorales, en el Tribunal de Cuentas. Lo saben los fiscales, la policía, los medios de comunicación, que se llevan una parte importante del pastel, lo sabe el Gobierno y la Oposición; y lo sabe cualquier ciudadano medianamente informado que le de por sumar el costo de: vallas publicitarias, cartelería en marquesinas, cabinas y demás soportes; sedes electorales, personal, actos públicos con su correspondiente infraestructura para realzar la imagen del líder y demás parafernalia de acompañamiento, autobuses para llenar esos multitudinarios mítines, buzoneo, asesores de imagen... Todo un entramado de gastos que seguro multiplica por cinco, diez o veinte, según los casos, lo que se justifica ante los órganos electorales. ¿Y esto quien lo financia?

Por otra parte si nos fijamos en los políticos uno por uno, entra en funcionamiento un viejo aserto: “el dinero y la belleza son difíciles de ocultar”. Sabemos lo que gana un político. Para la mayoría se les hace mucho, pero tres mil o cuatro mil euros al mes, dan para criar y dar educación a una familia de dos o tres hijos, comprarse una vivienda no demasiado grande y poco más. Desde luego no da para chalet en Las Rozas, viviendas en Pintor Rosales y en el barrio de Salamanca, palacios en zonas históricas, duplex en zonas exclusivas de veraneo, coches de alta gama, vacaciones en destinos exóticos, estudios en Estados Unidos de los niños, y mucho menos todo a la vez. Y esto lo sabe el Fiscal Anticorrupción, porque su sueldo será de este tenor, los saben los jueces, la Guardia Civil y El cuerpo General de Policía, y lo sabe cualquier ciudadano que se pare a pensar un poquito.¿Entonce de que nos quejamos? Si lo tenemos delante de los ojos y no hacemos nada para evitarlo.

Nunca fue mas apropiada la frase; “cada pueblo tiene lo que se merece” y nosotros tenemos lo que nos merecemos.