martes, 22 de octubre de 2013

LOS SINDICATOS



La crisis económica es como el agua que llena un estanque y que se está escapando por las grietas de la pileta. El agua según va bajando de nivel deja al descubierto los restos de años de acumulación de desperdicios. Cuando el agua llega al fondo el espectáculo es insoportable, por los residuos que allí se observan, inconcebibles  en un estanque de agua. Restos de todo tipo y condición hacen el ambiente irrespirable por el hedor, e insoportable por lo que representa: años de acumulación de inmundicias que se arrojaron en aquel estanque en la convicción de que el agua taparía tan dantesco espectáculo.
El estanque podría representar el sistema democrático español, y los detritus las consecuencias del sistema político. Poco a poco se fueron depositando corrupciones, prebendas, abusos de poder, injusticias, nepotismos, robos puros y simples, que depositados uno a uno en aquel estanque parecían no tener importancia. Pasaba el tiempo y como el agua no faltaba nadie se cortaba en acumular residuos. Muchos veían lo que estaba pasando, incluso si mirabas el estanque a través del agua turbia se podían observar los restos, pero nadie quería mojarse, nadie quería vaciar la pileta. Ni jueces, ni políticos, ni fuerzas sociales, ni medios de comunicación, querían pasar por ser los que rompieran el consenso que se estableció entre las diversas fuerzas políticas y sociales  para repartirse las ganancias.
Todo esto se sabía y todo se tapó.
Escribo estas líneas por lo que está apareciendo en la prensa sobre los sindicatos, y una vez más, como ya he escrito en otras ocasiones sobre las fuerzas políticas, el cinismo hace acto de presencia.
¿Pero es que nadie sabía que los EREs eran una fuente de financiación de los sindicatos? ¿Pero es que nadie sabía que los cursos de formación eran un pretexto para allegar fondos? ¿Pero es qué nadie sabía que a esos cursos solo había que apuntarse, que nadie se encargaba de comprobar si los cursos se hacían y de qué forma? ¿Pero es qué no conocemos todos la afinidad de las empresas que vendían esos cursos con los sindicatos y los partidos de la izquierda? ¿Acaso no podríamos enumerar cada uno de nosotros media docena de nombres?
El problema reside en que las instituciones que la Constitución prevé como instrumentos de participación del pueblo en los asuntos del Estado; y otras, no menos importantes, en orden a mejorar la convivencia: partidos, sindicatos, judicatura, medios de comunicación social, administración pública, organizaciones sociales,  que se suponen al servicio de los ciudadanos, hace tiempo que solo están al servicio de las castas que los dirigen. 
Y digo castas, porque sus dirigentes hasta hace no mucho tiempo, eran producto de la democracia interna, imperfecta sin duda, pero democracia al fin y al cabo. Hoy no lo son. Los aparatos lo controlan todo, y los que están son producto de una especie de aristocracia,  a la que se accede por múltiples caminos, pero ninguno que tenga que ver con el trabajo serio, las convicciones profundas, la honestidad intelectual y la otra, la afinidad ideológica, la cercanía al electorado, y otras virtudes que deberían adornar a nuestros representantes; y si tiene mucho que ver con las horas de antedespacho, de  pasillo, de palmaditas en la espalda y seductores susurros al oído del jefe.
Hoy los partidos están más al servicio de ellos mismos que de sus electores. Los sindicatos están más al servicio de sus aparatos que de los trabajadores. Los medios de comunicación más al servicio de su cuenta de resultados que de la verdad. Los jueces más pendientes de su carrera que de las sentencias. Y así podríamos seguir con muchos más ejemplos de este entramado político, social y administrativo de intereses compartidos, en el que el interés por el ciudadano es meramente enunciativo.
Una oligarquía cada día más fuerte, más soberbia, más impune y desvergonzada, que se ha puesto España por montera y al pueblo español como galopín de sus caprichos.






domingo, 6 de octubre de 2013

HOMBRES DE ESTADO


 Franklin Delano Roosevelt, en las vísperas de las elecciones presidenciales de 1940 en las que concurría como candidato para la reelección, se encontraba en la difícil situación de una Inglaterra asediada por un Hitler imparable; y el pueblo americano mayoritariamente partidario de la neutralidad, consecuencia de los malos recuerdos de la guerra del 14. Época magníficamente recogida en la película “Tal como éramos”, sin duda la mejor actuación de Barbra Streisand y Robert Retford.
En aquellos momentos previos a esas elecciones, Roosevelt, a pesar de los riesgos que corría de perder la reelección, utilizó todo tipo de artimañas para ayudar a una Inglaterra exhausta. El bombardeo de Pearl Harbor, resolvió la situación, obligando a Estados Unidos a entrar en la guerra. Roosevelt ganó cuatro elecciones la última unos meses antes de morir de un derrame cerebral.
Sin duda acciones como estas demuestran la grandeza de aquellos hombres que se juegan toda su carrera política, en aras de sus convicciones. Contra aquella mayoría que se manifestaba partidaria de la neutralidad, el presidente supo mirar por encima de las voces de su pueblo, para ver el colapso que se avecinaba, y obrar en consecuencia.
Que en España tenemos problemas no es noticia. Los tenemos y gordos, pero sería miope no ver que los más importantes son los de índole económica. Tampoco son los derivados de la corrupción: esa corrupción ha estado a la vista de todos durante lustros y nadie se dio por aludido. Lo más grave de lo que nos está pasando es la escasez, por no decir la inexistencia, de hombres de estado.
No me estoy refiriendo a grandes hombres de estado como el del ejemplo precedente. Me estoy refiriendo a esos hombre que en su concejalía, ayuntamiento, parlamento, gobierno local, regional o nacional está dispuesto a sacrificar su futuro, por hacer avanzar a su país región o pueblo, y más aún, nunca tomará una decisión perjudicial para la cosa que gobierne por más que a él le perjudique personalmente. Esos hombres y mujeres entregados en cuerpo y alma a un ideal, a un fin, al bien común.
Esos hombres se dieron e miles en la Transición. No solo en la política, en los sindicatos, en la administración, en la empresa. Todo el pueblo sabía que tenía que renunciar a algo para que todos siguiéramos adelante, Todos teníamos que sacrificarnos, para superar la difícil situación de aquellos momentos. Adolfo Suárez fue la cabeza visible de aquella hazaña, pero él nada hubiera podido hacer sin el concurso decidido de todos los españoles.
El problema de la España actual es precisamente la ausencia total de esos valores en la clase dirigente, sean políticos, empresarios, sindicalistas, banqueros, medios de comunicación y demás “fauna pudiente”. Y un pueblo desarmado moralmente, que ha dado la espalda a esta situación, y esto es lo más grave, en la convicción de que nada se puede hacer.
Los únicos que se mueven son aquellos que se llaman representantes de quien no lo son, pero que tienen a su favor la manipulación sistemática de los medios de comunicación, para multiplicarlos hasta el infinito. Pero solo son un espejismo inducido por intereses bastardos.
El cortoplacismo, la vileza moral, el egocentrismo, la ausencia de ideas, la carencia de ideologías, la fatuidad engreída de mindundis venidos a más, la política como salvavidas y otros males se enseñorean en los personajes que pretenden gobernarnos. Han perdido la vergüenza y el pudor, todo les da igual con tal de seguir viviendo de esto. A lo más que podemos aspirar es a un gestor de mediana capacidad, para llevar el día a día. Nada ha cambiado, seguimos gastando dinero a manos llenas en alimentar un estado antropófago, que como el Zeus mitológico no dudará en devorar a sus hijos con tal de asegurar su supervivencia.
Nadie que ilusione, nadie que se ponga  a la cabeza, nadie que dé ejemplo, todos en el parapeto de la necesidad inevitable. Pero esas necesidades que están esquilmando nuestros bolsillos, no impiden las obscenidades de los coches oficiales, de los cargos de confianza, de las asignaciones escandalosas a los grupos políticos, de colocar a la parentela a toda costa, ¿en que quedaron los menús de 20 euros de Cospedal? ¿Dónde dejaron la vergüenza si es que alguna vez la tuvieron? ¿Qué grandezas podemos pedir a semejantes personajes?
La izquierda y la derecha a la greña desde el siglo XIX ¿por qué no copian de Alemania? ¿Cómo es posible que el único discurso de unos sea la destrucción de lo que construyen los otros? ¿Qué pasó en la Transición?: pues debe ser que nos volvimos todos locos, que por un espacio de tiempo este Pueblo se llenó de hombres de estado. La locura duró poco tiempo, e inmediatamente la Derecha y la Izquierda se pusieron de acuerdo para inmediatamente llevarnos a la cordura. La cordura de los aparatos, de la corrupción material y moral, del más tonto arriba para que no me dé problemas.
Y algunos se asombran de lo que está haciendo Más, ¿es que hace algo distinto de lo que hacen otros? ¿A caso el Estado Español le interesa a alguien, si no es para ordeñarlo hasta que salga agua de las ubres?