lunes, 11 de enero de 2010

LÍDERES

Hace tempo que en estas páginas escribía sobre la necesidad que tenemos de liderazgo. Un liderazgo que saque a este país de la situación de postración en que se encuentra.
Bien es verdad que para ello lo primero que tendríamos que hacer es definir la naturaleza y las características de ese líder.
Para empezar las condiciones para que aflore ese líder son buenas: Los líderes no salen en condiciones bonanza económica o de calma social. Muy al contrario los líderes suelen salir en condiciones de precariedad económica “y/o” de graves crisis sociales. Solo hay que dar un repaso a la reciente historia del mundo para comprobar las condiciones en las que se alumbraron los liderazgos del pasado Siglo XX . Hitler, Lenin, Mussolini, Churchill, De Gaulle, Adenauer, Ho Chi Ming, Martin Luter King, Nelson Mandela, Lech Walesa, Margaret Thatcher, Adolfo Suarez, en España, son ejemplos de líderes que, al margen del concepto que tengamos de ellos, salieron cuando sus países y sus pueblos estaban en condiciones límite en todos los aspectos que podamos imaginar. Pero estaban en condiciones límite no solo en lo que se refiere al puro y simple bienestar. Sobre todo estaban en condiciones límite en lo que se refiere a la capacidad que tiene el ser humano de aguantar callado todo aquello que no le gusta, todo aquello que le tiene postrado como individuo, todo aquello que repugna a su conciencia, y más que nada todo aquello que atenta contra su dignidad.
La situación de España en la actualidad puede ser la adecuada para la aparición de ese liderazgo. No solo por los cuatro millones de parados, sino por la situación de deterioro en el que se encuentra tanto la clase política como las instituciones. Los españoles estamos atónitos ante una clase política que ha perdido todo contacto con la realidad, que no ilusiona, que no llega a ver los problemas reales de la gente, enredada en sus luchas y componendas para tomar un poder que le permita seguir haciendo lo mismo que aquellos a los que quiere sustituir. Una clase política corrupta, no solo por aquellos que “se lo llevan crudo”, ni por los que usan la ostentación del poder en su propio beneficio y el de la parentela, sino porque ha abandonado todos sus principios, y sobre el del respeto a los que dicen representar. Esta es a mi juicio es la peor de las corrupciones.
Las Instituciones postradas ante el poder político, dirigidas por personas que han puesto su medro personal, por encima de su alta representación. Los Medios de Comunicación tocando fondo, solo en la reciente Dictadura podremos encontrar ejemplos tan claros de alienación partidista. Los Agentes Sociales en el “Vertical”, mamando de la ubre del Estado como en los mejores tiempos. La Administración Pública: Inmensa, prepotente, agobiante, ineficaz y partidista, porque esa es la asignatura que más puntúa en el remedo de oposiciones que dan acceso a la misma. Las grandes empresas: Asaltando nuestros bolsillos, desde la impunidad que les da una legislación hecha a su medida y unas prácticas empresariales “trabucaires” que acometen sin pudor ante la inacción cómplice de los poderes públicos. Hasta al Ejército ha llegado la arbitrariedad y el amiguismo.
España hecha cachos, ante los memos de unas y otras nacionalidades, que podrán no estar de acuerdo con sus líderes, pero que piensan que mientras éstos sacudan el árbol y sigan cayendo manzanas a ellos les va bien. Y el resto de los españoles acomplejados, mordiéndose la lengua ante el ultraje, imbuidos del discurso posibilista de los partidos nacionales, presos, a su vez, de una perversa aritmética parlamentaria que les convierte en rehenes de los partidos nacionalistas.
En definitiva condiciones hay, más que sobradas, para que aparezca ese líder. Ahora bien los líderes tienen que tener algunas características personales: Deben ser personas de verbo fácil, con tonos que vayan de la suavidad y la delicadeza de una canción de cuna, a la fuerza del final de una sinfonía. Pero entre esos dos extremos debe dominar todos los registros, de tal manera que pueda aplicar en cada momento la armonía y el tono edecuados. El líder debe llegar al corazón y para ello solo dispondrá de la palabra y del leguaje corporal.
El líder debe arriesgar en sus planteamientos: La gente está harta de vaguedades, de palabras huecas, de lugares comunes, de ideas precocinadas pasadas por el tamiz demoscópico. Los ciudadanos saben que situaciones extraordinarias necesitan de soluciones arriesgadas. Nadando y guardando la ropa nunca se avanza, se sobrevive, pero no se avanza. Los lideres por consiguiente deben hablar claro, muy claro. Los ciudadanos son personas maduras, hartas de resolver sus problemas y no necesitan que nadie le vaya con paños calientes y más cuando se están acumulando los problemas a su alrededor. En definitiva el líder debe hablar con franqueza a quienes son sobradamente maduros para escuchar todo lo que se les tenga que decir. “Solo os prometo sangre sudor y lágrimas” ¡eso es hablar claro!
El líder debe ser un hombre sereno pero apasionado, prudente pero con un punto de osadía, paciente pero activo, debe hacer compatible las características que definen al hombre de estado con las del héroe de los cuentos de nuestra infancia. Debe estar siempre al lado de los que tienen problemas, para conocerlos de primera mano, para ello debe dar ejemplo de austeridad y sencillez.
Debe desenmascarar a los golfos ya sean de carácter político, social, o institucional, que medrando en los entresijos del poder, no hacen otra cosa que echar arena en los engranajes, porque para ellos cuento peor mejor.
Deben rodearse de personas que sean su vivo ejemplo, que trasmitan lo mismo que el líder quiere trasmitir, para de esa manera potenciar su figura, en vez de vivaquear a su sombra.
Pero sobre todo el líder debe ilusionar. Debe llegar al corazón del ciudadano para decirle que él también es importante, más que importante, imprescindible, y que cuenta con su ayuda para superarlas dificultades. Que solo con su concurso será posible salir adelante: “solo os prometo sangre sudor y lagrimas…..pero ganaremos la guerra”. Exige el sacrificio a la vez que asegura la victoria. Eso es un líder.
Ahora hagamos el ejercicio de mirar alrededor: ¿Cuántos líderes estás viendo?