lunes, 10 de junio de 2013

ENSEÑANZA UNIVERSITARIA

Hace unos días pude comprobar la cara que se le quedó al Ministro de Educación en la entrega de los premios extraordinarios, fin de carrera, a los estudiantes de las distintas facultades de nuestra Universidad. Algunos de ellos se negaron a saludar al ministro y a las personas que les hacían entrega de los premios en cuestión. Me recordó el gesto de la entonces también Ministra de Educación Esperanza Aguirre, en la sesión del Congreso en la que la oposición tumbó la Ley de Educación que pretendía aprobar, al salir del hemiciclo con las lágrima a punto de brotar de sus ojos.
En ambos casos se trata de dos ministros que honestamente han tratado de reparar el maltrecho estado de la Educación en nuestro país, asumiendo el coste y el desgaste político, que supone afrontar un problema de fondo, que viene lacerando el  nivel intelectual y académico de nuestros jóvenes desde los primeros compases de la etapa socialista, y de meter racionalidad en un mundo donde la izquierda y los nacionalistas, han sentado sus reales para beneficio de sus intereses políticos.
Yo, le diría al ministro, que no se preocupase demasiado por el gesto entre altanero y despectivo de esos muchachos. Decía mi padre que el que no es de izquierdas a los veinte años no tiene corazón, pero que el que lo sigue siendo a los cuarenta, lo que no tiene es cabeza. Esos estudiantes están en la primera fase, pero me gustaría verlos dentro de veinte años. Los que iban a los conciertos de Raimon en Económicas, perdonad los más jóvenes pero es que uno ya tiene algunos años; o aquellos que durante la guerra de Irak, empapelaron la misma facultad con las fotos de los diputados del PP, tildándolos de asesinos sin cortarse un pelo; son los  mismos tiburones que propiciaron la burbuja financiera, que les permitió enriquecerse hasta límites insospechados, dejando a medio mundo en la ruina. Son, los que ocupando los mejores puestos en los bancos, estafaron con las subordinadas y las preferentes a miles de jubilados. Los que arruinaron las cajas para favorecer a sus amigos y a ellos mismos. Los que desde los órganos de control asistieron impávidos a todo tipo de desmanes. Los que desde las altas instancias de la Administración y el Gobierno facilitaron la labor. Los que desde sus gabinetes de estudios no dieron una, ciegos a lo que se nos venía encima. Los que desde esos  mismos gabinetes cuando lo vieron venir  callaron, porque se le terminaba el negocio. Los que cobraron por lo uno y por lo otro. Los que, porque son muy listos, haciendo malabarismos con los ERES, han dejado en la calle a millones de trabajadores, al menor coste posible para sus jefes: los banqueros y  las multinacionales. Por poner un ejemplo habría que haberle visto a Moltó en sus tiempos de estudiante.
Y esto no tiene remedio, así es la vida, y algunos no se resignan a perder la oportunidad de dejar pasar cualquier ocasión que se les presenta, ya sea para dar la nota rebelde, o para hacerse rico aunque sea a costa de los demás.
En alguna ocasión he escrito que nuestra Universidad efectivamente necesita de una reforma en profundidad. No pueden seguir siendo refugios de la endogamia y el nepotismo; con ausencia total de control público. De control de  la sociedad en su conjunto, y no solamente de los profesores y los estudiantes. Aquí, como en muchos otros aspectos de la vida el que paga manda. Las Universidades públicas nos salen muy caras y debe estar bajo el control total y absoluto de la sociedad civil, y no solo de los jerarcas académicos.
Las universidades deben ser financiadas por el Estado, pero debe hacerse a título nominal, y con su cuenta y razón. Para que esa financiación no se convierta en una subvención a aquellos que por lógica se convertirán en los mejor pagados de nuestra sociedad. Los estudiantes universitarios deben asumir como una deuda con el Estado el costo de sus estudios,  y amortizar esa deuda a lo largo de su vida laboral. De esa manera no habrá discriminación, ni recortes. Nadie que quiera estudiar, dejará de hacerlo pero sabiendo que a lo largo de su vida deberá hacerse cargo de los gastos ocasionados. Este sistema descargaría a los padres de los múltiples gastos que les acarrea la educación de sus hijos. Les haría a éstos más responsables.  Taparía la boca a los de izquierdas, que solo buscan en la subvenciones del Estado la solución a todos sus problemas. Ese sistema permitiría dedicar muchos más recursos a la investigación. Y alejaría de la Universidad a aquellos que no estén dispuestos a tomarse en serio, un servicio que es costoso y que pagamos entre todos.
Y hay antecedentes, los médicos vía MIR, durante cinco años devuelven a la sociedad, no sé si todo, pero si gran parte de los recursos que en su día hubo que poner para hacerles médicos. Algo parecido debería ocurrir con las demás enseñanzas.
Vamos, ministro que no te achiques que si quieres todavía tienes corte.