Y es este pueblo, más sufrido que soberano, el único que está dando la talla. El único que está asumiendo el coste de la crisis callado y aguantando estoicamente todo lo que le quieran echar encima. Haciendo un esfuerzo de solidaridad, que en modo alguno tiene el más mínimo reflejo en aquellos elementos del Estado que viven en la indignación permanente cuando les tocan los privilegios acumulados durante decenas de años de manga ancha.
El pueblo asiste atónito a la frivolidad con que unos y otros se manifiestan, exigiendo el mantenimiento de un estado de cosas que fue causa directa de la situación que ahora estamos sufriendo. Y más asombro, si cabe, produce el espectáculo de un gobierno que no es capaz de balbucear más allá de tres o cuatro frases, cuando tiene artillería de grueso calibre que podría utilizar para alegría y regocijo de ese pueblo deseoso de que se termine con la mamandurria que ha saqueado durante estos últimos años el bolsillo de tantos españoles.
¿Es que no hay nadie que les pida a los médicos, que se manifiestan por la gestión privada de algunos hospitales, que expliquen por qué esa gestión mantiene la calidad de la atención y, a pesar de pagar los beneficios empresariales, cuesta menos dinero? ¿Es que no hay nadie que les pida que expliquen donde se va ese dinero? ¿Es que nadie cuenta que en esos centros: cualquier jefe de servicio, ente sindical, coordinador de enfermería, encargado de mantenimiento, de suministros y demás jefecillos varios tienen montado su cortijo para provecho de ellos mismos y de sus allegados en el negocio? ¿Es que nadie les dice que la llamada “carrera profesional” es un pretexto para subirse el sueldo un 50%? ¿Y qué hay del absentismo? ¿Cabe más esperpento que la Ley de Garantías de los Servicios Sanitarios de Castilla la Mancha sea realmente una ley que lo que hace es trasladar a los pacientes a la medicina privada? ¿Cabe más demostración de que solo la medicina privada es capaz de dar la asistencia en tiempo y forma a los vecinos de Castilla La Mancha? ¿Cómo es posible que los médicos lleguen a un acuerdo con el Consejero para que no les quiten determinados complementos salariales a cambio de disminuir el presupuesto de gasto corriente? ¿No cabe preguntarse si esa disminución va ir en contra de nuestra salud? Y si no es así ¿Por qué razón se producían esos gastos tan fácilmente amortizables? Y mientras tanto aquí los paganos mileuristas asistiendo a la partidita de póker entre los que no bajan de los tres mil al mes.
Claro que también el Gobierno tenía que hacérselo ver: Dispuesto a hacer justicia social a la buena de dios, va a hacer bueno un dicho de mi abuela Faustina que decía que “las destrozonas siempre tienen suerte”. Aquí si ganas menos de mil euros: te suben la pensión un 2%, tienes la justicia gratis, la guardería, las medicinas más baratas, puedes elegir colegio, plazas públicas en residencias de ancianos, etc.
Con ese sistema lo que realmente se está haciendo es crear una casta de ciudadanos que ganando menos realmente ganan más que otros que con una nómina un poco más alta no tienen acceso a esos servicios. La subida de las pensiones va a conseguir que los que ahora cobran 999 € van a pasar a cobrar 1019 € y los que cobran 1000 € pasen a 1010 €. Señora ministra que las matemáticas dan un poquito más de sí.
El caso de las tasas judiciales es, si cabe, más sangrante cuando no se ha metido en vereda a la nube de jurídicos del Estado o de la CCAA que se dedican a contestar a los recursos vía silencio administrativo, o lo que es más grave, con fotocopias de cartas tipo, en las que nunca se entra en las razones que los administrados, pacientemente, aportan en sus escritos; obligándoles a recurrir al contencioso, por el simple desprecio hacia los derechos que los ciudadanos pretenden hacer valer ante la Administración. ¿Y si en ese contencioso al administrado le dan la razón, quien le resarcirá de esas tasas? ¿Quién corregirá la desidia de ese funcionario?
En esta época de crisis, también el Gobierno debe dar señales de respeto hacia aquellos a los que les exige tantos esfuerzos, en muchos casos, muy por encima de sus posibilidades. No se puede ser tan exigente con unos y tan laxo con otros, Aquí o cada palo aguanta su vela o el barco se va al garete.