Querido funcionario:
Entiendo tu malestar como consecuencia de los recortes del Gobierno, tu indignación incluso. Cuando se tiene un salario ajustado y adaptas tus necesidades a ese salario, y tú puedes hacerlo porque es seguro que lo cobrarás; cualquier modificación, a la baja, descabala el orden de tu vida.
Eso es cierto, pero no lo es menos que ese salario, en ocasiones, lo cobrabais a costa de la ruina de muchas empresas que tenían que esperar meses, cuando no años, para cobrar las facturas de los bienes y servicios prestados a la Administración. Que esas empresas también tenían trabajadores con salarios muy ajustados, mucho más que el tuyo, que también tenían organizada su vida, y que de repente se vieron en la calle, porque no les pagaba esa Administración. ¿No te indignabas cuando los trabajadores de esas empresas, que en muchas ocasiones estaban trabajando a tu lado, dejaron de cobrar?
Se dice que los funcionarios ganan poco, bueno eso siempre es relativo, pero lo que ya está claro es que cobráis más que la mayoría de los trabajadores; ya no es como antes, ni vuestras oficinas son como aquellas de hace años, no, ahora estáis por encima de la media en cuanto a remuneración, equipamiento y confort. Lo más grave de todo esto es que para pagar esos salarios y ese nivel tenemos que pedir dinero prestado, lo que trae como consecuencia que vuestro estatus sale un poco más caro de la cuenta. Parece ser que los recortes de la paga de Navidad no afectan a los que ganan menos de 1000 € al mes, y salen los sindicatos diciendo que en esa cantidad solo están unos quinientos. ¿Sabes cuantos trabajadores en este país, con currículos de infarto no llegan a esos 1000€?: millones.
Ya sé eso de que tú hiciste una oposición que te costó muchas horas de “quemarse las pestañas” ante el temario. Pero tú también sabes que a esas oposiciones muchos iban con el examen debajo del brazo, que se lo había pasado el del sindicato, partido, o miembro del tribunal, y eso no os indignaba. Podríamos hablar de esos concursos-oposición, en los que más de la mitad de la nota la daban los cursitos que solo los mejor informados podían hacer, y los méritos se fijaban a la medida de los que, previamente se sabía que debían aprobar, y eso no os indignaba. No vamos hablar de las empresas públicas, porque allí ni siquiera un mal remedo de prueba selectiva se hacía: allí aparecía la “niña” o el “niño”, y punto en boca. Vamos, que lo de publicidad, mérito y capacidad, pasó a la Historia y vosotros no dijisteis ni pío. ¿Cómo no os sonrojáis ante la “sagas” de familias cuyos apellidos se repiten en la Administración y en los puestos mollares” . Ya sé que la culpa de eso la tienen los políticos. Claro en este país con los políticos todo se arregla. ¡Qué buen parapeto! Aunque tú sabes que en la promoción de determinados apellidos, los políticos tienen poco que ver, pero claro si el político retoza…, y mejor que retoce, así los frailes lo tenemos más fácil.
Es cierto que una de las razones de la crisis que ahora tenemos que pagar, es el despilfarro de la Administración. Y yo me pregunto: ¿Dónde estaba el control de los funcionarios que estaban para eso? ¡Qué se lo pregunten a la Sra. Araujo!, responsable directa de la ruina de la Junta y de su Caja de Ahorros, a la sazón Interventora General antes de pasar a mejores puestos. ¿Cuántos funcionarios se plegaron, cuando no cubrieron, los desmanes de los políticos, en busca de un “nivel treinta”… por poner un cándido ejemplo?
Porqué no hablar del trato que se dispensa a los administrados. Ya sé que tú en las relaciones con la Administración tienes la ventaja de “ser de la casa”. Pero no te cuento las que pasamos los curritos de a pie. Estamos a merced, no de las leyes, que de eso nadie se queja. Ni siquiera de los reglamentos, puestos ya hace tiempo en entredicho por el Conde de Romanones. Sino de las órdenes, las circulares, las notas interpretativas, en definitiva del capricho de una Administración que a través de argucias desvirtúa el sentido real de las leyes para adaptarlas a su conveniencia, comodidad e interés. Y ante eso no reclames la ayuda del funcionario de turno, él está al servicio de su casta, y si quieres justicia te vas al contencioso. Imagino conoces como, cada día más, los recursos se contestan con fotocopias de una carta tipo, o por silencio, sin que los razonamientos alegados pacientemente por el ciudadano merezcan ni siquiera ser leídos.
Sé que las generalizaciones son odiosas, además de injustas, pero también sabes que de lo dicho anteriormente hay demasiados casos. Casos que han tirado por tierra el crédito de la, en otro tiempo, bien considerada Administración Pública. Posiblemente, o si quieres, seguro que no eres responsable de esos comportamientos, pero seguro que si lo eres de no haber luchado por evitarlos. No creíste necesario defender tu profesión, creíste que estabas a salvo de todo. ¡Eras funcionario! Ahora, injustamente, os metemos a todo en el mismo saco.
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