miércoles, 22 de septiembre de 2010

PLINIO

Francisco García Pavón es, sin duda, el escritor que con mayor precisión y maestría ha retratado, en sus novelas, el espíritu y la manera de ser de los habitantes de La Mancha. En un pasaje de una de ellas -Las Hermanas Coloradas- el protagonista, Plinio, jefe de la policía local de Tomelloso, conversa con su inseparable compañero de fatigas, Don Lotario, de esta guisa: “…cuando los concejales se ponen artistas, es para temerles –siguió Don Lotario-. Tú lo sabes mejor que yo. En la decoración de las ciudades no debería intervenir los políticos, que en general son bastos o van a lo suyo…Que un alcalde o un concejal joroba a un pueblo en un amén… Tampoco las fuentes son mancas. Mas bien feísimas…lo primero que hacen es cargarse los árboles…lo segundo joder las plazas…
Un día ya lejano todos saludamos con alegría las rotondas. Era una solución sencilla e ingeniosa que evitaba los tiempos muertos en los cruces regulados por semáforos, mejorando sensiblemente la fluidez en el tráfico urbano. Así fue durante mucho tiempo, hasta que estos elementos se convirtieron en objetivos de las ocurrencias de alcaldes y concejales. Lugares, en los que el absurdo afán de hacer cosas, aunque no sirvan para nada, han dado lugar a una carrera, en la que la ordinariez y el mal gusto son los únicos competidores.
El asunto se fue agravando con los años de bonanza económica, en los que la abundancia de recursos derivados del urbanismo, convirtió estos enclaves en una suerte salas de exposiciones donde cada edil, asociación de vecinos, o grupo cívico, se explayó a sus anchas, eso sí, a costa del erario público. El catálogo de ocurrencias, para el Guiness.
Todas estas construcciones, al no estar hechas con criterios de respeto a la circulación de vehículos, están perdiendo su eficacia inicial, llegando a convertirse causa directa en la producción de accidentes. La instalación de fuentes y aspersores de riego, tanto cuando hay viento, en el primero de los casos, como en todo momento en el segundo, producen el encharcamiento de la calzada. Encharcamiento que el conductor se encontrará de manera sorpresiva. Si eres motorista lo tienes aún peor porque el agua simplemente te caerá encima cuando menos te lo esperes. La visibilidad, fundamental en esos cruces, en muchos casos, inexistente. Todo un rosario de despropósitos, donde la competencia en alcanzar el mayor grado de estulticia asombra.
Plinio y Don Lotario nos tenían bien calados.

1 comentario:

Unknown dijo...

Genial. Yo que leo (desde que era un niño) y releo a mi paisano García Pavón, me fijé en ese comentario sobre los alcaldes y concejales. Y eso está escrito en tiempos de Franco. Lo que quiere decir que no importa el régimen cuando de dar rienda suelta a la estupidez y al despilfarro con la pasta de todos se trata.
Cada vez escribes mejor, compañero.
Un fuerte abrazo.