Un buen día suena mi móvil y una voz amable me invita a cambiarme de compañía a cambio de una tarifa tentadora: tarifa plana de nueve euros al mes sin límite de horarios ni de operadores.” Oiga no me lo creo”, le dije con rotundidad. El insiste, pero ya “escaldado” de tantas ofertas, le despido con buenas palabras.
A los pocos días el mismo amable señor insiste de nuevo, con voz melodiosa me agasaja con cumplidos y zalamerías a tal punto que empiezo a pensar si lo que realmente quería el individuo era ligar conmigo. “El lobby gay está tomando posiciones en las multinacionales de la comunicación” pensé yo. Conocedor, del sector que soy, le intento convencer de que es imposible esa tarifa y le vuelvo a despedir con buenas palabras.
De nuevo pasados unos días el señor insiste. Tanto asegurarme que era una tarifa plana de nueve euros sin limitaciones, le digo que vale. Cuando va a tomar nota de mis datos y sabiendo que, al menos, esa parte de la conversación se graba, dejo claro que lo que estoy contratando es “una tarifa plana de nueve euros sin límite de llamadas”.
A los pocos días me llaman los de mi antigua compañía para ofrecerme “el oro y el moro”. Les digo que por mucho que me ofrezcan no pueden igualar los nueve euros de tarifa plana. Me despiden de mala gana, y me dicen que ellos desconocen que nadie de la competencia tenga esa tarifa.
Al mes siguiente llega la primera factura de la nueva compañía y por supuesto no es de nueve euros. Llamo a atención al cliente: te atiende una máquina parlante, que lo primero que hace es meterte un tramo de publicidad y ofertas, en segundo lugar te sale una grabación con infinita opciones en las cuales tú no eres capaz de incluir la tuya, cuando vas por si desea…marque un seis , ya no te acuerdas de cual era la uno o la dos, te esperas al final que siempre dicen que te atenderá un agente, y efectivamente así es, solo que la llamada suena, pero nadie la atiende. Cansado de esperar cuelgas y marcas de nuevo.
A la siguiente vez, ya no esperas a que te atienda el agente del final de la grabación, marcas cualquier opción y te sale una señora a la que no entiendes aunque habla castellano, le dices que hable despacio que no te enteras, pero cuando la quieres contar tu problema, ella te corta porque aunque es una persona actúa como una máquina, y solo te contesta a las preguntas que tiene prefijadas. Es como en los juicios que ves en la tele: “conteste sí o no”. Es decir hablas con una persona que ejerce de máquina. Con paciencia la intentas contar tu problema y ella desorientada dice que tu caso lo debe atender otra persona y que te va a pasar con ella. Entonces irremediablemente la comunicación se corta.
Empiezas de nuevo pero ahora ya tienes la precaución de que antes que te pasen con otra persona, le pidas su teléfono, por si se corta, ella te lo da pero entonces, no se corta la comunicación. Te atiende otra persona al que le cuentas tu historia. Esta se acobarda y simplemente te desconecta sin más. Llamas de nuevo, ya te pones un poco tieso y le cuentas que es una vergüenza que llevas más de una semana intentando ponerte en contacto con alguien que te pueda atender y por fin consigues el teléfono de reclamaciones.
Te atiende un agente al que le cuentas, por enésima vez, tu historia, y te da un fax para que se la mandes por escrito. Envías el escrito y a los quince días una persona te llama y te da un número de reclamación.
Pasado otros quince días, llamas para interesarte por tu reclamación, y te dicen que esta todo correcto. Que me hicieron un contrato llamado “mi gente”, solo que yo no he dado los cinco números a los que se le aplica una tarifa de cinco céntimos el minuto. Le digo que esa es la prueba de que me habían engañado, que si el comercial me hubiera pedido esos cinco números, hubiera quedado al descubierto su engaño. No le doy los números para no tapar el engaño, pero mientras estoy pagando la tarifa más alta de España. En todo caso le pido la grabación del contrato. Me la manda por correo electrónico, pero cuando voy a abrirlo me sale que necesito un “codex A132”.
Llamo de nuevo y la digo que no tengo problemas para abrir ningún correo, pero que ese no lo puedo abrir, me dicen que vaya a una tienda de la empresa, y allí me dicen que “verdes las han segado”. Llamo de nuevo y le digo que quiero la baja de la compañía y me dicen que tengo que pagar ciento cincuenta euros de indemnización. Indignado pido que me manden una transcripción. Me dicen que me la enviarán. Todavía estoy esperando.
Esto, es el resumen de infinitas llamadas, gestiones y tomaduras de pelo a lo largo de tres meses. En la actualidad el tema está en la Oficina de atención al Consumidor. Seguro que de esto habrá otro capítulo.
Por si fuera poco al mes del cambio, recibo una factura de mi anterior compañía, en la que se me cobra una taifa mínima de 5 euros de un número que desconozco. Me quiero poner en contacto con ellos pero como mi número, ya, es de otra compañía, no puedo acceder a la atención al cliente. Es decir: no me puedo dar de baja de un número que desconozco porque solo puedo hacerlo desde ese teléfono. Voy a una tienda de la compañía y me dicen que ellos no pueden llamar desde su teléfono al teléfono donde se solicitan las bajas. Es decir me están cobrando por un teléfono del que no me puedo dar de baja.
Mando un buro fax que me cuesta veinte euros. Pero me vuelven a mandar otra factura, afortunadamente en esa, al parecer obligados por el escándalo generalizado, te mandan un teléfono para gestionar las bajas. Llamo y me atiende un señor y me dice que ese número me le vienen cobrando durante más de tres años, de un número que en su día, no se dio de baja y me cobraban la tarifa mínima de cinco euros, cantidad que mezclada en la factura del teléfono habitual me pasó desapercibida, pensé que sería de alguno de mis hijos, y lo di por bueno, pero le dije que quería darme de baja. Me dice que le debo mandar un fax. Le digo que ya le he mandado un buro fax, y me dice que si pero que no había mandado la fotocopia de mi DNI, le digo que si para hacerme el contrato no me pidieron esa fotocopia por que ahora me la pedían. No supo explicármelo, pero quedé en mandarle otro buro fax porque no me fiaba de ellos. Otros veinte euros. Más de cincuenta euros me costó darme de baja de un teléfono que no utilizaba, e innumerables horas de gestiones y cabreos.
Pero lo peor de todo no es el dinero que te roban, y el tiempo que gastas en estos sinvergüenzas. Lo peor es la sensación de impotencia por tu parte y de impunidad por la suya. La sensación de estar viviendo una nueva forma de esclavitud, consentida por todos los entes públicos que deberían impedirlo, y por los propios usuarios, que caemos en las trampas que nos tienden, de promociones y “regalos”, como memos.
A los pocos días el mismo amable señor insiste de nuevo, con voz melodiosa me agasaja con cumplidos y zalamerías a tal punto que empiezo a pensar si lo que realmente quería el individuo era ligar conmigo. “El lobby gay está tomando posiciones en las multinacionales de la comunicación” pensé yo. Conocedor, del sector que soy, le intento convencer de que es imposible esa tarifa y le vuelvo a despedir con buenas palabras.
De nuevo pasados unos días el señor insiste. Tanto asegurarme que era una tarifa plana de nueve euros sin limitaciones, le digo que vale. Cuando va a tomar nota de mis datos y sabiendo que, al menos, esa parte de la conversación se graba, dejo claro que lo que estoy contratando es “una tarifa plana de nueve euros sin límite de llamadas”.
A los pocos días me llaman los de mi antigua compañía para ofrecerme “el oro y el moro”. Les digo que por mucho que me ofrezcan no pueden igualar los nueve euros de tarifa plana. Me despiden de mala gana, y me dicen que ellos desconocen que nadie de la competencia tenga esa tarifa.
Al mes siguiente llega la primera factura de la nueva compañía y por supuesto no es de nueve euros. Llamo a atención al cliente: te atiende una máquina parlante, que lo primero que hace es meterte un tramo de publicidad y ofertas, en segundo lugar te sale una grabación con infinita opciones en las cuales tú no eres capaz de incluir la tuya, cuando vas por si desea…marque un seis , ya no te acuerdas de cual era la uno o la dos, te esperas al final que siempre dicen que te atenderá un agente, y efectivamente así es, solo que la llamada suena, pero nadie la atiende. Cansado de esperar cuelgas y marcas de nuevo.
A la siguiente vez, ya no esperas a que te atienda el agente del final de la grabación, marcas cualquier opción y te sale una señora a la que no entiendes aunque habla castellano, le dices que hable despacio que no te enteras, pero cuando la quieres contar tu problema, ella te corta porque aunque es una persona actúa como una máquina, y solo te contesta a las preguntas que tiene prefijadas. Es como en los juicios que ves en la tele: “conteste sí o no”. Es decir hablas con una persona que ejerce de máquina. Con paciencia la intentas contar tu problema y ella desorientada dice que tu caso lo debe atender otra persona y que te va a pasar con ella. Entonces irremediablemente la comunicación se corta.
Empiezas de nuevo pero ahora ya tienes la precaución de que antes que te pasen con otra persona, le pidas su teléfono, por si se corta, ella te lo da pero entonces, no se corta la comunicación. Te atiende otra persona al que le cuentas tu historia. Esta se acobarda y simplemente te desconecta sin más. Llamas de nuevo, ya te pones un poco tieso y le cuentas que es una vergüenza que llevas más de una semana intentando ponerte en contacto con alguien que te pueda atender y por fin consigues el teléfono de reclamaciones.
Te atiende un agente al que le cuentas, por enésima vez, tu historia, y te da un fax para que se la mandes por escrito. Envías el escrito y a los quince días una persona te llama y te da un número de reclamación.
Pasado otros quince días, llamas para interesarte por tu reclamación, y te dicen que esta todo correcto. Que me hicieron un contrato llamado “mi gente”, solo que yo no he dado los cinco números a los que se le aplica una tarifa de cinco céntimos el minuto. Le digo que esa es la prueba de que me habían engañado, que si el comercial me hubiera pedido esos cinco números, hubiera quedado al descubierto su engaño. No le doy los números para no tapar el engaño, pero mientras estoy pagando la tarifa más alta de España. En todo caso le pido la grabación del contrato. Me la manda por correo electrónico, pero cuando voy a abrirlo me sale que necesito un “codex A132”.
Llamo de nuevo y la digo que no tengo problemas para abrir ningún correo, pero que ese no lo puedo abrir, me dicen que vaya a una tienda de la empresa, y allí me dicen que “verdes las han segado”. Llamo de nuevo y le digo que quiero la baja de la compañía y me dicen que tengo que pagar ciento cincuenta euros de indemnización. Indignado pido que me manden una transcripción. Me dicen que me la enviarán. Todavía estoy esperando.
Esto, es el resumen de infinitas llamadas, gestiones y tomaduras de pelo a lo largo de tres meses. En la actualidad el tema está en la Oficina de atención al Consumidor. Seguro que de esto habrá otro capítulo.
Por si fuera poco al mes del cambio, recibo una factura de mi anterior compañía, en la que se me cobra una taifa mínima de 5 euros de un número que desconozco. Me quiero poner en contacto con ellos pero como mi número, ya, es de otra compañía, no puedo acceder a la atención al cliente. Es decir: no me puedo dar de baja de un número que desconozco porque solo puedo hacerlo desde ese teléfono. Voy a una tienda de la compañía y me dicen que ellos no pueden llamar desde su teléfono al teléfono donde se solicitan las bajas. Es decir me están cobrando por un teléfono del que no me puedo dar de baja.
Mando un buro fax que me cuesta veinte euros. Pero me vuelven a mandar otra factura, afortunadamente en esa, al parecer obligados por el escándalo generalizado, te mandan un teléfono para gestionar las bajas. Llamo y me atiende un señor y me dice que ese número me le vienen cobrando durante más de tres años, de un número que en su día, no se dio de baja y me cobraban la tarifa mínima de cinco euros, cantidad que mezclada en la factura del teléfono habitual me pasó desapercibida, pensé que sería de alguno de mis hijos, y lo di por bueno, pero le dije que quería darme de baja. Me dice que le debo mandar un fax. Le digo que ya le he mandado un buro fax, y me dice que si pero que no había mandado la fotocopia de mi DNI, le digo que si para hacerme el contrato no me pidieron esa fotocopia por que ahora me la pedían. No supo explicármelo, pero quedé en mandarle otro buro fax porque no me fiaba de ellos. Otros veinte euros. Más de cincuenta euros me costó darme de baja de un teléfono que no utilizaba, e innumerables horas de gestiones y cabreos.
Pero lo peor de todo no es el dinero que te roban, y el tiempo que gastas en estos sinvergüenzas. Lo peor es la sensación de impotencia por tu parte y de impunidad por la suya. La sensación de estar viviendo una nueva forma de esclavitud, consentida por todos los entes públicos que deberían impedirlo, y por los propios usuarios, que caemos en las trampas que nos tienden, de promociones y “regalos”, como memos.
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