No podemos negar lo que
este año 2015 tiene de excepcional en cuanto a procesos electorales se refiere.
No solo por su número si no por la irrupción de nuevas formaciones que a su
vez, y en función de sus resultados en unas, influirán en los resultados de las
siguientes.
Tiempo atrás,
revolviendo papeles encontré la tesis doctoral de mi tío Gonzalo, un excelente
matemático, manchego de Villarobledo, por más señas: “Correspondencias
algebraicas simples en el espacio afín”. Lo de “simples” era para despistar,
supongo. Creo que haría falta “una mente maravillosa” de este tipo para
encontrar la función que nos diera una visión completa de las posibilidades de
cada partido en cada una de las elecciones. Ahora lo llaman algoritmo.
Los electores nos
encontramos con un nuevo escenario. Un nuevo escenario no solo por los actores
que comparecen, si no por los canales de comunicación que se emplean, incluso
por los nuevos valores que aparecen en juego. No me extraña que los partidos
anden un poco perdidos, es que lo andan también los propios electores. Aunque las cosas no son tan distintas como
aparentemente se muestran, si rascas un poco aparece lo que dice el
Eclesiastés: “no hay nada nuevo bajo el Sol.
Al final lo único que
cambia es el atrezo de la obra: las coletas, el flequillo de punta, los jerséis
tipo “Montañas Rocosas”, nada de corbatas, ni que las chicas pasen por la pelu…pero en el fondo lo de siempre:
depósito en cuentas corrientes que no se explican, financiación irregular de
campañas electorales, utilización del poder, aunque sea poco, para aviar lo
mío, “templar gaitas” en materia de propuestas y despistar al electorado hasta
“pillar cacho”… y luego más de lo mismo.
Solo ha cambiado la
estética. Si acaso alguna propuesta de cara a la galería: meterse con la
Iglesia, la Corona, cosas de esas que dan mucho rédito entre la legión de
cabreados, algunos con razón, que existen en este país. Pero no irán al fondo
del asunto, porque ellos eran “casta” antes de entrar en política. La casta de
izquierdas, que solo por el hecho de serlo, de izquierdas, ya se considera con derechos
superiores a los demás, entre otros, disponer de los recursos del común en su
propio beneficio; definición exacta del concepto de casta.
Pero si es
incomprensible la ceguera de algunos, lo es todavía más la de las
organizaciones políticas tradicionales. Yo entiendo a los de IU que cuando
empezaban a ponerse la corbata, la oleada de nuevos progres les haya pillado
con el paso cambiado. Se entiende peor la ceguera del PP y del PSOE. Estos últimos
hacen algún intento por aparentar cierta regeneración, pero el caso del PP es
dramático.
Con ese vendaval que
viene, y que a mí se me antoja ficticio pero eficaz electoralmente hablando,
nosotros solo nos movemos para ahondar en los viejos errores. Mala fue la época
de la baronías en el PP, pero aquella gente se ganaba su sitio ganando
elecciones y aglutinando a su alrededor mucha voluntades. En muchos casos
aquella organización, con todo en contra, era capaz mantener viva y con
dignidad la presencia del partido, ante los rodillos socialistas. Aquella etapa
se superó, pero poco a poco está dando paso a otra caracterizada por el poder
omnímodo del aparato. El sueño del cualquier político: ¡todo el mundo a órdenes!
Se vio en las
decisiones tomadas en Andalucía. En Madrid
la elección de candidatos me parece adecuada: Cristina Cifuentes da la
imagen de renovación y Esperanza que, encuestas aparte, es la única capaz de
poner en marcha las potentes juntas de distrito de la capital, fundamentales
para ganar unas elecciones municipales. Pero que se aproveche el envite para
deshacer esa magnífica organización, da una idea de en qué están los de Génova.
El problema es que
entre unas cosas y otras nos estamos quedando sin partido. Esto se ve en los
actos electorales. Veo menos presencia que durante la guerra de Irak, cuando
los militantes del PP, algunos de los cuales ahora disfrutan de magnificas
poltronas, se metieron debajo de la mesa camilla, y no había manera de sacarlos
a acompañar a los jefes en sus salidas de las sedes a hacer acto de presencia
ante el pueblo llano.
No digamos en Castilla
la Mancha donde, por tener algunos amigos, no quiero herir sentimientos o
coartar posibilidades, pero resulta sorprendente y carente de toda lógica,
seguir manteniendo un estatus sin la menor autocrítica, o cuando menos una leve
prospección de la realidad actual, para obrar en consecuencia. ¿Dónde están
aquellos que en otros tiempos exigían renovación, y que hoy siguen amarrados al
“dique” del puesto con la “maroma” de su conveniencia?
Más vale que nos salga
bien, y la economía sea capaz de sacarnos del estado de bloqueo político en que
nos encontramos. En caso contrario no solo perderemos el poder, sino el
partido. La única alternativa que tiene España de ganar el futuro.
El avance de Ciudadanos
en las encuestas es el resultado de la resistencia del electorado a renunciar a
la posibilidad de gobiernos modernos, con futuro, y porque no decirlo de
derechas. Unos ciudadanos que se resisten a tener que elegir entre el
inmovilismo del PP y el estalinismo de nuevo cuño. Este partido está creciendo
con los desencantador del PP y aquellos que ya le han visto la “patita” a
Podemos. También es consecuencia de la pésima política de comunicación del
partido con respecto a esta formación política. ¿Cómo se le puede echar en cara
a unos de los pocos que en Cataluña defienden la Nación Española su condición
de catalán, cuando lo hace con mucho más interés y acierto que los nuestros de
allí… y de aquí. Yo conozco a miles de concejales de pueblo que eso ni se les
pasa por la cabeza, claro que esa es la diferencia entre ganarse el puesto, y
que te lo regalen.
El problema es que en
este año los españoles nos jugamos nuestro futuro. Lo dramático es que el único
partido que nos lo puede asegurar, se siente tan pagado de sí mismo, que no ve
más allá de la estricta conveniencia de los que están instalados en el poder
que ostenta. No tienen la suficiente altura de miras para ver que algo tendrán
que sacrificar de esa su conveniencia en aras del interés común de los
españoles, a los que gobiernan, y al propio partido al que pertenecen. La
salida, si las cosas salen mal en esta ocasión, no se va a arreglar con una
refundación como la que lanzo al partido en el Congreso de Sevilla, me temo.
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