No estoy de acuerdo con de la dimisión de Francisco Camps. Hay razones más que sobradas para no estar de acuerdo: el procesamiento de Camp es consecuencia de la intención de Garzón de abrir una causa general contra el PP.
So pretexto de perseguir a Correa por blanqueo de capitales, en un país donde el ministro de trabajo declara que el 25% de la actividad es economía sumergida, ¿quién no blanquea? Garzón, estuvo escuchando las conversaciones telefónicas de medio PP durante dos años, con la ayuda del SITEL de su amigo Rubalcaba. En Inglaterra los periodistas de Murdoc escuchaban las conversaciones de determinados personajes por sus propios medios; en España no hace falta, las escuchas las hace la policía para luego filtrarlas al País: más cómodo, más limpio, y seguro que más barato.
Es decir: el procesamiento de Camps es consecuencia directa de la acción intencionada de un juez sectario, ahora apartado de la carrera judicial por sus desmanes, con la ayuda del “Largo Caballero” del siglo XXI.
Que después de dos años escuchando, lo único que saquen a un político sea el presunto regalo de dos trajes, es merecedor de la más sincera consideración. Pero aquí el cinismo de la clase política, y mediática en general es donde alcanza sus más altas cotas.
Contaré una anécdota: soy aficionado a la fotografía desde mi juventud, en el cuartel de la Guardia Civil de Segovia, donde viví unos años, me hice amigo del guardia que revelaba las fotos de la Agrupación de Tráfico. Un día le recriminé que se pusieran multas por pisar la raya continua unos centímetros, a lo cual él me contestó: “entre pisar una raya unos centímetros y no pisarla hay una gran diferencia. Entre pisarla treinta centímetros o pisarla treinta metros no hay ninguna, pues estará en función del criterio del agente que deba poner la sanción. Aquel guardia civil tenía claro que a la ley no se le pueden atribuir excepciones que no estén recogidas en su propia redacción, por muy injustas que estas puedan parecer. En este sentido, cualquier regalo, sean jamones, anchoas, trajes, relojes o portafolios, deben ser objeto del mismo tratamiento que se ha dado a los trajes de Camps; y me da lo mismo si el regalo procede de empresa privada, pública o es institucional, al final la factura la paga el contribuyente. Si así fuera no habría político libre de pecado, yo desde luego no lo estoy, ni conozco a nadie que lo esté. Asombra el cinismo con el que se trata esta cuestión, por aquellos que pisan la raya continua tanto como les conviene.
Pero asombra, aún más, la diferencia de trato que estas cuestiones tienen en función de la pertenencia al PP o al PSOE. Quizás la misma diferencia que existe entre las defensa numantina que hace el PSOE de los errores de los suyos y la poca que hacemos en el PP de los errores de los nuestros. A la mínima dejamos en la estacada a aquellos que tienen el menor problema, aunque sea consecuencia de un montaje ¡no sea que no podamos soportar el lastre! Parece como si Rajoy tuviera que salir con cinco cuerpos de ventaja sobre Rubalcaba para ganar estas elecciones.
Ya sé que esta opinión no va a ser compartida por muchos, pero una organización no puede dejar heridos, abandonados a su suerte, en el campo de batalla, o resguardarse tras parapetos construidos con los cadáveres de los suyos.
P.D.- Sobre los regalos a políticos ya escribí en este mismo blog en 29 de junio de 2009. “DOROPHAGOI” titule el artículo, por si alguien tiene interés en ampliar el contenido de estas lineas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario