Hay aspectos de la vida diaria que demuestran, hasta el empacho, el nivel de idiocia que ha alcanzado nuestra sociedad. En los últimos tiempos todo lo que pueda, aunque sea por los pelos, dársele el calificativo de verde, ecológico, sostenible, respetuoso con el medio ambiente, merece no ya la consideración, sino la adoración, de esa legión de progres que han hecho que su hueca vida pueda ser llenada de “verde”, que debe ser pasto, por el nivel de irracionalidad que rezuman ¡Pero qué bien quedan!
Desde hace unos días estamos oyendo hablar del coche eléctrico. El ministro de Industria, Sr. Sebastián, va a destinar unos pocos miles de millones de euros al tema. Lo que ha dado lugar a la alegría de los sectores gubernamentales, deseosos de escamotear de las mentes de los ciudadanos, los múltiples problemas que nos aquejan. Se trata de hacernos soñar con la panacea de la energía barata e interminable.
Ya lo vienen haciendo desde hace unos años con la energía solar y la eólica. Los “ecopijos” intentando convencernos de que el futuro está en estas energías, cuando la realidad es muy distinta. Las placas solares no producirán, a lo largo de su vida útil, más energía de la que se consume en fabricarlas e instalarlas. Los molinos necesitan instalar en sus rotores cinco veces la potencia que se pretenda generar para conseguir un suministro medianamente estable.
Pero lo que no se dice, es que estas energías están suponiendo unos grandes negocios, para los que tienen la suerte de contar con las concesiones administrativas correspondientes. En definitiva una fuente de corrupción, como todo lo que depende de una decisión político-discrecional. Esa energía se paga a precio de oro, pero no la pagan las compañías eléctricas, como algunos pueden pensar, sino cada uno de nosotros con nuestros recibos. Este mismo año el Kw/h consumido ha subido un 9%. La potencia contratada un 25%. Esto con los niveles de IPC más bajos de la historia. Sin contar que hace un año a los usuarios de la tarifa nocturna, con unos u otros subterfugios, nos multiplicaron la factura por dos.
El choche eléctrico, tal como se está planteando se configura como un elemento más de distracción y narcolepsia mental, a fin de que los españoles nos creamos el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Zapatero quiere cargarse el principio de conservación de la energía, o al menos eso pretende.
Por suerte para él, son muchos los españoles que no conocen la ley de Ohm, y demasiados que conociéndola miran para otro lado. Unos para que no chafar sus fantasías medioambientales, y otros porque, como en las renovables, ven en el horizonte un pingüe negocio. Por lo que hace a la ley de Ohm un simple cálculo: Un coche de 100 caballos si fuera eléctrico necesitaría un motor eléctrico de 74 Kilowatios (acordaos 1Hp= 0,74Kw). En un viaje de 5 horas y 500 Km, un motor de gasóleo gastaría 30 litros, es decir 31 euros. Con motor eléctrico gastaríamos 74 Kw por cinco horas de marcha, 370 Kw/h; con las tarifas actuales a 15 céntimos el Kw/h, eso supondría 55 euros, sin contar las pérdidas de transformación de la CA a CC, presentes en cualquier carga de baterías.
Pero además habrá que terminar de una vez por todas con la falacia de que la energía eléctrica no es contaminante. La energía eléctrica puede no contaminar en el sitio donde se consume. De ahí su aplicación en lugares donde haya grandes concentraciones de vehículos, como ocurre en las ciudades. Pero desde el punto de vista medioambiental un motor eléctrico consume los mismos combustibles que se emplean en generar la electricidad: carbón, gasóleo, gas natural, energía atómica y energías renovables (hidráulica, eólica y solar). Es decir, en su mayor parte combustibles fósiles, que contaminan y producen CO2, allí donde se queman.
Por lo tanto, con permiso de la ministra Aído, “menos lobos Caperucita”, ya está bien de cuentos, y de engañar a los ciudadanos, que estamos pagando: el mesianismo de un presidente que tiene a España como si fuera su juguete de niño malcriado, la voracidad de los electro-golfos que están dejando nuestros bolsillos vacíos y la majaderia de tanto ecopijo, ecomemo, ecolelo, o como ustedes prefieran llamarlos.
Desde hace unos días estamos oyendo hablar del coche eléctrico. El ministro de Industria, Sr. Sebastián, va a destinar unos pocos miles de millones de euros al tema. Lo que ha dado lugar a la alegría de los sectores gubernamentales, deseosos de escamotear de las mentes de los ciudadanos, los múltiples problemas que nos aquejan. Se trata de hacernos soñar con la panacea de la energía barata e interminable.
Ya lo vienen haciendo desde hace unos años con la energía solar y la eólica. Los “ecopijos” intentando convencernos de que el futuro está en estas energías, cuando la realidad es muy distinta. Las placas solares no producirán, a lo largo de su vida útil, más energía de la que se consume en fabricarlas e instalarlas. Los molinos necesitan instalar en sus rotores cinco veces la potencia que se pretenda generar para conseguir un suministro medianamente estable.
Pero lo que no se dice, es que estas energías están suponiendo unos grandes negocios, para los que tienen la suerte de contar con las concesiones administrativas correspondientes. En definitiva una fuente de corrupción, como todo lo que depende de una decisión político-discrecional. Esa energía se paga a precio de oro, pero no la pagan las compañías eléctricas, como algunos pueden pensar, sino cada uno de nosotros con nuestros recibos. Este mismo año el Kw/h consumido ha subido un 9%. La potencia contratada un 25%. Esto con los niveles de IPC más bajos de la historia. Sin contar que hace un año a los usuarios de la tarifa nocturna, con unos u otros subterfugios, nos multiplicaron la factura por dos.
El choche eléctrico, tal como se está planteando se configura como un elemento más de distracción y narcolepsia mental, a fin de que los españoles nos creamos el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Zapatero quiere cargarse el principio de conservación de la energía, o al menos eso pretende.
Por suerte para él, son muchos los españoles que no conocen la ley de Ohm, y demasiados que conociéndola miran para otro lado. Unos para que no chafar sus fantasías medioambientales, y otros porque, como en las renovables, ven en el horizonte un pingüe negocio. Por lo que hace a la ley de Ohm un simple cálculo: Un coche de 100 caballos si fuera eléctrico necesitaría un motor eléctrico de 74 Kilowatios (acordaos 1Hp= 0,74Kw). En un viaje de 5 horas y 500 Km, un motor de gasóleo gastaría 30 litros, es decir 31 euros. Con motor eléctrico gastaríamos 74 Kw por cinco horas de marcha, 370 Kw/h; con las tarifas actuales a 15 céntimos el Kw/h, eso supondría 55 euros, sin contar las pérdidas de transformación de la CA a CC, presentes en cualquier carga de baterías.
Pero además habrá que terminar de una vez por todas con la falacia de que la energía eléctrica no es contaminante. La energía eléctrica puede no contaminar en el sitio donde se consume. De ahí su aplicación en lugares donde haya grandes concentraciones de vehículos, como ocurre en las ciudades. Pero desde el punto de vista medioambiental un motor eléctrico consume los mismos combustibles que se emplean en generar la electricidad: carbón, gasóleo, gas natural, energía atómica y energías renovables (hidráulica, eólica y solar). Es decir, en su mayor parte combustibles fósiles, que contaminan y producen CO2, allí donde se queman.
Por lo tanto, con permiso de la ministra Aído, “menos lobos Caperucita”, ya está bien de cuentos, y de engañar a los ciudadanos, que estamos pagando: el mesianismo de un presidente que tiene a España como si fuera su juguete de niño malcriado, la voracidad de los electro-golfos que están dejando nuestros bolsillos vacíos y la majaderia de tanto ecopijo, ecomemo, ecolelo, o como ustedes prefieran llamarlos.
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