martes, 27 de octubre de 2009

ROMPIENTES A ESTRIBOR

Viendo lo que estamos viendo más vale callarse, por eso seré corto Será difícil encontrar palabras en el castellano capaces de sintetizar lo que estamos viviendo en nuestro partido. Cuando las encuestas empezaban a irnos bien, nos enzarzamos en una sinrazón, donde lo de menos es quien tiene razón, si es que la tiene alguno, sino el espectáculo que estamos dando.
Y que nadie se engañe que el problema no es Caja Madrid, el problema es que en Madrid Comunidad, Madrid Ayuntamiento, y Madrid Génova hay más “niños de papa” por metro cuadrado de los que cualquier organización es capaz de soportar. Y no solo me estoy refiriendo a los “niños de papa” de toda la vida, que también, sino niños a los "niños de papa" políticos que están donde están sin tener ni idea de lo que es un partido, de lo que cuesta hacerlo grande, y de lo fácil que es destrozarlo.
Yo me pregunto si cuando estos “figurines” convocan una rueda de presa, y dicen las barbaridades que todos hemos escuchados, realmente están pensando en los miles de militantes que pagan religiosamente sus cuotas, que llenan los mítines y aplauden a rabiar se diga lo que se diga, o que se pasan veinte horas contando los votos, que llevarán a la poltrona a estos “saltimbanquis” que tienen tan entretenidos a nuestros adversarios, como atónitos a nuestros votantes.
Siempre he pensado que un problema puede ser una oportunidad para los políticos de carácter, y es en estas circunstancias donde sobresalen los buenos de los mediocres. Y no suele ser difícil saber lo que tienes que hacer, cuando tienes claro tu responsabilidad y los objetivos y las prioridades que la enmarcan.
La cuestión está en saber si lo que anima a los dirigentes de nuestro partido es su responsabilidad con él, o con sus personales intereses. Si fuese lo primero lo deberían tener claro: Estatutos, en ese libro está escrito casi todo lo que se “debe” hacer. Ahora si lo que prima es lo segundo seguiremos viendo espectáculos hasta que el ridículo nos destruya. No hay peor transformación que la que sufre una organización cuando convierte su historia, buena o mala, en historieta.

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