Los hombres siempre hemos necesitado para vivir referentes morales. Líderes que en el ámbito de las ideas nos indicaran el camino a seguir.
Magos o hechiceros en un principio, que posteriormente devinieron en sacerdotes de mil y una religiones politeístas, en el mayor de los casos, para transformarse con el tiempo en los dirigentes de las religiones monoteístas más conocidos por todos nosotros por ser los que en los últimos siglos y todavía en la actualidad han estado presentes en los avatares de nuestra historia pasada y presente.
A la vez, paralelamente, los filósofos han desarrollado su liderazgo en este campo, sin lugar a dudas, muy importante. A veces complementando el liderazgo de los religiosos, a veces en franca confrontación con ellos, pero siempre en el reducido ámbito del elitismo intelectual o académico.
Pero en el siglo XVIII se da un salto cualitativo cuando determinados filósofos, en ocasiones llamados también intelectuales, pasan del campo de las ideas al ámbito social, es decir no solo plantean sus teorías filosóficas sino que, pasando a la acción, intentan implementarlas en la sociedad, con lo que irrumpen en el campo del liderazgo moral en franca competencia con los ministros de las distintas iglesias. Y ganan la batalla.
Las teorías de Rousseau, Mark, Bertolt Brecht, Russel, Sartre, invadieron las calles y las mentes de millones de ciudadanos, y si bien es verdad que con el tiempo se revelaron como rotundos fracasos, en ocasiones dando lugar a los episodios más funestos de la historia de la humanidad, cumplieron un objetivo: Desplazar a los dirigentes religiosos del liderazgo social y moral que ostentaron durante siglos.
Es decir en estos dos últimos siglos hemos ido poco a poco pero inexorablemente cambiando ese liderazgo religioso por uno que podríamos llamar civil. No tengo muy claro si para bien o para mal. Hemos sustituidos los obispos sujetos a estrictas normas y cánones que limitan sus funciones, por otros que solo se deben a su interés intelectual, que por muy honesto que sea no deja de ser suyo y personal, y que además no dispone de ningún mecanismo de control a la hora de implementarlo en la sociedad.
Antes teníamos las homilías de los sacerdotes, las pastorales de los obispos y las encíclicas del Sumo Pontífice, hablando del hombre y sus problemas en el mundo que en cada momento le ha tocado vivir. Ahora tenemos a un Al gore metiéndonos el miedo en el cuerpo ¡El infierno!, os suena…, o bien a un Obama que todo lo arregla con un “we can” versus “amén”. No es que sea mucho pero cumplen la función de ilusionar a mucha gente.
Disculpen los que tengan a bien leer estas reflexiones, por tan extenso preámbulo pero es necesario para entender lo que viene a continuación.
Desde hace unos años tengo la sensación de que España se me va de las manos como la arena entre los dedos. No solo es el problema autonómico, ni los gobiernos mejores o peores que nos ha tocado en este tiempo, ni siquiera la crisis económica, con lo que esta pueda tener de cruel para mucha gente, no. Lo más grave es que veo al pueblo español perdido en una nube de egoísmo, mediocridad, falta de coraje, pasota, y lo que es más grave no queriendo levantar la vista del suelo por la convicción de que no le va a gustar lo que tiene que ver. Da la sensación de que tenemos la certeza de dirigirnos a un abismo y nadie hace nada por evitarlo.
España en definitiva necesita un filósofo, necesita un líder moral, necesita de alguien que desarrolle una idea que enganche en las mentes de los españoles, nos ponga en marcha y nos saque del estado de postración moral en la que nos encontramos.
Y para colmo de males, Savater se pone a escribir novelas… y encima le dan el Planeta.
Magos o hechiceros en un principio, que posteriormente devinieron en sacerdotes de mil y una religiones politeístas, en el mayor de los casos, para transformarse con el tiempo en los dirigentes de las religiones monoteístas más conocidos por todos nosotros por ser los que en los últimos siglos y todavía en la actualidad han estado presentes en los avatares de nuestra historia pasada y presente.
A la vez, paralelamente, los filósofos han desarrollado su liderazgo en este campo, sin lugar a dudas, muy importante. A veces complementando el liderazgo de los religiosos, a veces en franca confrontación con ellos, pero siempre en el reducido ámbito del elitismo intelectual o académico.
Pero en el siglo XVIII se da un salto cualitativo cuando determinados filósofos, en ocasiones llamados también intelectuales, pasan del campo de las ideas al ámbito social, es decir no solo plantean sus teorías filosóficas sino que, pasando a la acción, intentan implementarlas en la sociedad, con lo que irrumpen en el campo del liderazgo moral en franca competencia con los ministros de las distintas iglesias. Y ganan la batalla.
Las teorías de Rousseau, Mark, Bertolt Brecht, Russel, Sartre, invadieron las calles y las mentes de millones de ciudadanos, y si bien es verdad que con el tiempo se revelaron como rotundos fracasos, en ocasiones dando lugar a los episodios más funestos de la historia de la humanidad, cumplieron un objetivo: Desplazar a los dirigentes religiosos del liderazgo social y moral que ostentaron durante siglos.
Es decir en estos dos últimos siglos hemos ido poco a poco pero inexorablemente cambiando ese liderazgo religioso por uno que podríamos llamar civil. No tengo muy claro si para bien o para mal. Hemos sustituidos los obispos sujetos a estrictas normas y cánones que limitan sus funciones, por otros que solo se deben a su interés intelectual, que por muy honesto que sea no deja de ser suyo y personal, y que además no dispone de ningún mecanismo de control a la hora de implementarlo en la sociedad.
Antes teníamos las homilías de los sacerdotes, las pastorales de los obispos y las encíclicas del Sumo Pontífice, hablando del hombre y sus problemas en el mundo que en cada momento le ha tocado vivir. Ahora tenemos a un Al gore metiéndonos el miedo en el cuerpo ¡El infierno!, os suena…, o bien a un Obama que todo lo arregla con un “we can” versus “amén”. No es que sea mucho pero cumplen la función de ilusionar a mucha gente.
Disculpen los que tengan a bien leer estas reflexiones, por tan extenso preámbulo pero es necesario para entender lo que viene a continuación.
Desde hace unos años tengo la sensación de que España se me va de las manos como la arena entre los dedos. No solo es el problema autonómico, ni los gobiernos mejores o peores que nos ha tocado en este tiempo, ni siquiera la crisis económica, con lo que esta pueda tener de cruel para mucha gente, no. Lo más grave es que veo al pueblo español perdido en una nube de egoísmo, mediocridad, falta de coraje, pasota, y lo que es más grave no queriendo levantar la vista del suelo por la convicción de que no le va a gustar lo que tiene que ver. Da la sensación de que tenemos la certeza de dirigirnos a un abismo y nadie hace nada por evitarlo.
España en definitiva necesita un filósofo, necesita un líder moral, necesita de alguien que desarrolle una idea que enganche en las mentes de los españoles, nos ponga en marcha y nos saque del estado de postración moral en la que nos encontramos.
Y para colmo de males, Savater se pone a escribir novelas… y encima le dan el Planeta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario