Pero la cuestión no es tanto lo que podamos legítimamente pensar cada uno, sino si el camino elegido tiene final alguno. A mi juicio el problema está en que el camino elegido no tiene fin pues su propia dinámica le obliga a seguir avanzando para tener razón de ser. El nacionalismo, o como queramos llamarlo, necesita de la propia reivindicación nacional para justificar su existencia, de tal manera que si ésta no existiera perdería toda razón de ser. Se cuenta a este respecto una anécdota del general De Gaulle, según la cual, terminada una sesión de audiencias su secretario le recordó que aún quedaban unos nacionalistas vascos por recibir, el general sospechando a lo que venían le dijo a su secretario en tono amenazante: “ Pues que no me pidan la independencia que se la doy”. Todo un ejemplo de lo clara que tenía el presidente francés la naturaleza del nacionalismo.
Pero el problema para España es que el nacionalismo, que en un principio se circunscribía a determinadas regiones de nuestra nación, los mal llamados nacionalismos históricos, se ha extendido como una plaga a todos y cada una de los rincones de nuestra patria, de tal manera que en la actualidad tenemos de todo: Nacionalistas que rechazan abiertamente la bandera española, los que procuran pasar de ella sin que se note mucho y los que se envuelven en ella, si, no desvarío, los que se envuelven en ella. Incluso yo diría que éstos son los más numerosos, pero no los menos nacionalistas, en definitiva hacen lo que en función de los territorios que gobiernan más conviene a sus intereses.
Este es el drama: ¿Qué diferencia hay entre Mas, Camps, Chaves, Barreda, Montilla, Revilla, Touriño, etc, si todos no tienen otro objetivo que dejar al gobierno central en la mínima expresión?. ¿Qué interés tiene cualquiera de ellos en poner límite a sus ansias de poder, para de esta manera consolidar un estado con una mínima fortaleza?.... ninguno, pues en su obtusa mente solo ven en esa fortaleza un freno a sus delirios de grandeza.
Anteriormente a esas fuerzas centrífugas se oponían otras fuerzas como eran las que ejercían los partidos de ámbito nacional, ellos con sus estructuras frenaban las veleidades cantonales tan frecuentes en la historia del solar patrio. Tanto el PCE anterior a IU, como el PSOE de González, como el PP de Aznar, mantenían a raya a los barones en sus ansias descentralizadoras, había en definitiva un equilibrio de fuerzas Pero poco a poco con la caída en barrena del PCE, como con la entrada de Zapatero en el PSOE, solo quedó el PP sujetando la cuerda de esa honda que por su propia naturaleza intenta disparar hacia afuera su contenido; es difícil mantenerla pues gira muy deprisa y su contenido es muy pesado. Quizá por eso en los últimos días hemos visto algunos signos de debilidad en este partido.
Si así fuera la España moderna, democrática, solidaria que hoy conocemos poco a poco se irá deshaciendo, para pasar a ser un “ente”, de difícil definición que traerá como consecuencia el agravamiento de los males que han sufrido los ciudadanos de estas comunidades, males que desde el comienzo de la llamada España de la Autonomías, se enquistaron en sus gobiernos: El clientelismo, la mordaza, el sectarismo, el alienamiento de la sociedad civil, males que les vienen muy bien a muchos, y no solo políticos, que han hecho del nacionalismo su modus vivendi, cuando no su negocio, como consecuencia de unos gobiernos regionales dispuestos a comprar tantas voluntades como haga falta para perpetuarse en el poder. El problema es que la factura es cada día más alta, pero que nadie se preocupe que se seguirá pagando, aunque sea a costa de que la lista de espera para una ecografía esté en más de un año, porque eso no tiene importancia, se arregla con un poco más de propaganda y de paso tenemos un poco más agarrados a los poderes mediáticos.
De ahí la importancia que tiene la decisión que al respecto debemos tomar en el PP, y que se ha puesto en entredicho con la marcha de María San Gil, el Partido Popular debe decidir si está dispuesto a soportar esas fuerzas centrifugas, empezando por las que se generan dentro del propio partido, o vamos a ser un invitado más de esta bacanal nacionalista. Los que dirigen el PP deberían saber, que a lo mejor no lo saben porque llegaron a este partido montados en coche oficial, que los militantes de este partido por encima de ser de derechas o de centro, liberales, reformistas o socialdemócratas, somos amantes de una vieja nación llamada España y de la que, sobre todo, nos sentimos orgullosos, y que jugar con este sentimiento puede traer fatales consecuencias para nuestro partido. Así que los que quieran seguir disfrutando del coche oficial más vale que no hagan tonterías.
1 comentario:
Hola:
Divergo en tu disertación en lo atinente a la "defensa de España", el nacionalismo según lo entiendo yo es un mero método para mantener cierta cohesión social basada en una identidad.
El movimiento centrífugo al que te refieres es una respuesta al proyecto excluyente que concomita los intereses de España con los de Castilla, en definitiva el nacionalismo español. Ahí radica el gran error que propició la agudización de las particularidades.
Tu consideras que el Estado Central debería tener mayor preponderancía, yo creo que si esto fuera así el movimiento regionalista se ahondaría.Creo supongo que no es casualidad que ERC obtuviera 8 escaños en la última legislatura y en la pasada solo consiguiera 3.
Yo creo en una España que cumpla el axioma federalista de "unión en la diversidad".
Vosostros alegáis que el Estatut Catalán es inconstitucional (aunque no se diferencíe a grandes rasgos a otros estatutos) a mí me parece bastante más grave que se degrade el Estado Social refrendado por el pueblo español y amparado por la Constitución. El proyecto a nivel nacional de la izquierda estriba en una idea de España que pretende mejorar la vida de sus ciudadanos bajo la bandera de la "igualdad de oportunidades". Sinceramente me decanto por esta concepción de España a la vuestra.
Saludos!!
Publicar un comentario