Lo bueno que tienen
las crisis es que hacen aparecer lo mejor y lo peor de las organizaciones, de
las empresas, de la sociedad y de los individuos. Lo bueno que tienen es que
despojan a los actores que participan en las mismas de todo oropel, ropaje
superfluo, palabras huecas o grandilocuentes, tramoyas, ornato, en definitiva
cualquier elemento artificioso, para dejarles desnudos con sus valores reales
frente a los problemas.
Es ante esa desnudez
en donde los seres humanos dan su verdadera talla, donde las organizaciones o
empresas se presentan con su verdadero valor, donde la sociedad se define a sí
misma. Es en esa desnudez donde aparecen lo mejor y lo peor de la naturaleza
humana. La crisis del Ébola no ha sido una excepción, y ha sacado a relucir el
verdadero valor de todos los agentes que han participado en ella
Para empezar por los
mejores, es de agradecer los numerosos profesionales que día a día han cuidado
de las personas infectadas o sospechosas de serlo. Estos son los verdaderos
héroes de esta peripecia, Como suele ocurrir con los buenos hacen su trabajo en
silencio y hablan poco por la televisión. Es también de agradecer la mesura que
han demostrado los ciudadanos próximos al problema, a pesar del miedo que
reconocían llevar dentro del cuerpo.
Pero a partir de ahí
todo ha sido una demostración de incompetencia, mendacidad, miseria humana,
falta de ética. En definitiva todos los males de la sociedad mediático-político-científica,
puestos uno detrás de otros o todos a la vez para hacernos ver la bajeza que
exhiben algunos representantes de la raza humana.
Para empezar fracaso
estrepitoso de la Sanidad Pública, que se ha visto desbordada por dos enfermos,
ahora tres, que por si fueran poco eran compañeros de profesión, sin saber dar
la respuesta adecuada a un problema sanitario que al menos por su cantidad no
deja de ser de tono menor. Que tengan que tirar de la bolsa de interinos deja a
las claras el compromiso de algunos miembros de esa Sanidad Pública con los
enfermos españoles y con su profesión. Una empresa privada que se juega su
prestigio y su negocio, no comete esos errores.
La desorganización que
todos hemos visto en las imágenes de televisión, donde se veían traslados de
enfermos con personal protegido, acompañado por otro en manga corta, o el
desorden en algunas habitaciones, dan una idea del rigor en las actuaciones de
ese personal, y de esto no tiene la culpa la ministra ni el consejero, son
elementos de simple organización que en un hospital de infecciosos deberían
estar más que sabidos. Y entre la ministra y los auxiliares de enfermería, que
vienen siendo los actores más señalados en este proceso, seguro que hay muchos
que cobran lo suficiente para que estas cosas no ocurran.
Pero eso no quiere
decir que la ministra no tenga responsabilidades, que las tiene y muchas. La
primera equivocación es la de montar un operativo de estas características en
un hospital para uso habitual de la población. Segundo, no establecer protocolos
específicos para este caso. Lo de los 38,6 grados es de libro: lo que puede
servir para hacer una selección entre la población numerosa de una zona, no
puede servir para hacer esa selección entre la pequeña población que a ciencia cierta ha estado en contacto con
la enfermedad. Tercero, en materia de Sanidad las comunidades autónomas llegan
hasta donde llegan, en la de Madrid está secuestrada por una Izquierda que
tiene en ella su “cuartel de invierno” para cuando vengan tiempo mejores, y
hacen lo posible para que lleguen cuanto antes. Para estos la Sanidad de Madrid
cuanto peor mejor.
El comportamiento de
los sindicatos de clase, como viene siendo habitual de vergüenza: que salga una
individua para decir que lo que no tenían que haber hecho es traer a los
doctores infectados, demuestra dos cosas: que a esta señora la mueven elementos
ideológicos como es el hecho de que eran misioneros, y que está exenta de la
vergüenza que impide a cualquier miembro de un Estado dejar tirados a los
suyos, los mejores, en el “campo de batalla”. Esta está como muchos en estos
sindicatos, para que le caiga el salario sin trabajar y si hace al caso, algún
millón de euros como al jefe de los mineros de Rodiezmo.
Que la ministra o los
sindicatos no estén a la altura puede ser motivado por del desconocimiento, por
el interés partidista o por los nervios. Pero lo de los medios de comunicación
no tiene parangón. La vileza, el regodeo en la miseria, el alarmismo, la falta
de rigor, de prudencia, de respeto a los enfermos, o a las personas que estaban
implicadas y sus familiares, solo es propio del amarillismo rampante que invade
las mediocres cadenas de televisión, que en esta crisis han conseguido que
muchos dejemos de ver los noticias. Ni la TVE, que no depende de la audiencia,
si no del dinero que nos cuesta a todos, o de su gigantesca deuda que antes o
después tendremos que pagar, ha podido evitar el esperpento. ¿Dónde estaba esa
redacción de informativos que es tan exigente cuando de sus intereses se trata?
Eso sí, no han conseguirlo montar otro
“Prestige”, que bien que lo han intentado. Solo la toma de las riendas por
parte del Comité de Crisis ha frenado el ímpetu por hacerlo.
De reconocer es la
actitud del PSOE, al no entrar en polémicas mientras no se resuelva la crisis.
Bien es cierto que no les hace falta, para eso tienen a los sindicatos y a la
Sexta. Estos se han dado cuenta de que la falta de credibilidad de los
políticos es tal que la gente no solo no se creen lo que dicen, si no que no se
lo creen precisamente porque son ellos los que lo dicen, y han pensado que lo
mejor es callarse. Bueno en todo caso es un signo de inteligencia.
Pero una vez más el
gobierno de España ha dado la impresión de no estar a la altura de las
circunstancias. Esa sensación de dejar hacer, hasta que los acontecimientos le
desbordan. Esa sensación de que la iniciativa la lleva cualquiera menos quien
tiene la mayor responsabilidad. Ese dejar que todo el mundo opine según su
conveniencia, sin que el que tiene la mejor y más veraz información, como es el
caso del gobierno, sea capaz de apenas balbucear alguna justificación. Y para
uno que no tiene complejos de decir lo que piensa, como es el caso del
consejero de la comunidad de Madrid, resulta que se pasa tres pueblos.
En todo caso, y lo
dejo para el final, lo importante es que Teresa se recupere. Ella no cometió
ningún error, ni siquiera el de presentarse voluntaria, eso la honra. Ella ha
sido víctima de una cadena de incompetentes que la pusieron en una situación
que nunca debería haberse producido.
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