viernes, 5 de abril de 2013

CATARSIS EN LA DIPUTACION PROVINCIAL




Una de las cosas que peor se aguanta, a determinada edad, es el cinismo. Cuando se han visto y vivido demasiadas cosas, sorprende la facilidad de los humanos para olvidarse de la “viga en su ojo”, para criticar sin medida las “pajas” en los ojos de los demás.
Están los de la Diputación de Toledo tirándose el champú, las bolsas de basura y los tubos fluorescentes, a la cabeza del contrario. Toda una catarsis depuradora de comportamientos poco o nada ajustados al rigor normativo, administrativo y contable.
Porque, en esa casa, el rigor ha sido a lo largo de su historia el “santo grial” de su comportamiento. Todos los que allí trabajan o han trabajado, políticos y funcionarios, saben de lo que estoy hablando.
Empezando por el acceso a esa casa, nadie podrá negar que el rigor en esta materia sea paradigmático, de todos conocido y valorado. En esa casa, todos los que han concurrido en una oposición de cualquier categoría, han podido comprobar que las personas que consiguieron su puesto lo hicieron con méritos más que sobrados.  Sólo los mejores pasaron los estrictos filtros de selección. Que frecuentemente, por no decir casi siempre fueran amig@s, herman@s, prim@s, cuñad@s, hij@s, sobrin@s, ti@s, amig@s, yernos, nueras y afines políticos de los diputados, alcaldes y concejales de las distintas zonas de la provincia, son meras especulaciones de mentes retorcidas, en orden a desprestigiar a una institución que siempre tuvo a gala su vítrea transparencia.
Que, además, la afinidad política de los seleccionados fuera proporcional al peso del equipo de gobierno, oposición y sindicatos, con alguna pincelada, a veces de brocha gorda, de algún funcionario, es mera casualidad. Ya sabemos que la combinatoria matemática da mucho de sí e igual que se puede encontrar ese paralelismo, se podrían encontrar otros muchos, como con el número del calzado, el color del pelo o la manera de vestir.
Esos cuentos de que algunos iban al examen con las preguntas debajo del brazo o que los cancerberos de los ejercicios, plancha de vapor en mano, levantaban las solapas de los sobre donde se guardaban los ejercicios para cambiar los malos por los buenos... Esos son patrañas, producto de mentes enfermas de envidia, que no pueden asumir que los buenos, los que se machacan los temarios concienzudamente, son los que aprueban y los demás tendrán que asumir su fracaso.
Y una vez dentro, esos criterios de rigor, troquelados en los exámenes de ingreso, se mantendrán a lo largo de todo una vida profesional. Los ascensos, complementos, remuneraciones extraordinarias, comisiones y toda esa selva que, en otras áreas de la función pública, son motivo de controversia, en la diputación, muy al contrario, son motivo de asombro por la ecuanimidad y los criterios de objetividad, profesionalidad y excelencia que los avalan.
Esa manía de censurar el ejército de asesores, que ayudan a  los esforzados diputados a sobrellevar la pesada carga de sus ayuntamientos, sumada a la de la Diputación ¿Cómo podrían llegar a todos los extremos exigidos por tan complicado compromiso? Sólo por poner un ejemplo del que me gustaría huir, pero es que viene que ni pintado: ¿Qué haría el actual presidente de la Diputación, con su escuálido currículum, si no tuviera a su alrededor ese compendio de sapiencia, conocimiento y experiencia de los asesores que le rodean?
Se pone, en la información, que he leído, bajo sospecha a las dos empresas suministradoras de los enseres en litigio ¡Ya estamos como siempre, metiéndonos con los pobres empresarios, con los emprendedores, esos que tienen que ganarse la vida y la de sus empleados luchando a diario! Invito al fiscal a que analice todas y cada una de las empresas que han suministrado obras y servicios a la Diputación y le invito también a que lo haga con todo tipo de despachos profesionales: jurídicos, ingeniería, arquitectura, economía, informática, arqueología, agrónomos, bellas artes…. Vamos, que se me acaba el vademécum de profesiones y no habrá una sola en la que se pueda encontrar el más mínimo atisbo de amiguismo o compadreo.
En cuanto a los precios, invito a cualquiera al que no le importe perder el tiempo, a que analice las certificaciones de obras patrocinadas por esa santa casa. Podrán comprobar el ajuste minucioso a los precios de mercado de todas y cada una de las partidas y más aún, si la obra era en el pueblo de cualquier diputado.
Por no hablar de la joya de la corona: El Hospital Provincial, esa casa donde generaciones de toledanos hemos aliviado nuestras dolencias, donde una pléyade de magníficos profesionales ejercían su docta maestría, poniéndola al servicio de los más menesterosos. Pero aquí también la envidia hizo su labor: que si cobraban mucho, que si tenían consultas privadas…-¡habladurías!-, que si una auxiliar, en ese hospital, cobraba más que una enfermera en el SESCAM… Como digo yo: ¡que las comparaciones son odiosas! Un día me dijo un diputado de la cosa, “César, cuando firmo las nóminas del hospital, lo hago sin mirar, porque me da vergüenza. Como  yo le dije: pues ten cuidado, no sea que te vayas a firmar encima de la corbata. ¡Memeces!
¡Qué falta de delicadeza, por tanto la de esos señores que están tirando por tierra el benemérito prestigio de una institución que ha sido prístina, faro y guía de buenas prácticas a lo largo de su dilatada historia! Y es que no hay peor cosa que no saber dónde uno se encuentra. Miren a su alrededor, miren esos sobrios muros, testigos de lustros de lucha por el bien común, sobre todo, por el de algunos.
 Mírense a los ojos los unos a los otros y verán claramente la verdadera razón de por qué se están tirando el friegasuelos a la cabeza. Es que de cosas más importantes mejor no hablar, que de eso todos tenéis mucho que callar.

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