domingo, 8 de abril de 2012

ANDALUCÍA


Los resultados de las últimas elecciones en Andalucía han supuesto un jarro de agua fría para todo el partido y especialmente para nuestro candidato Javier Arenas. Todos nos las prometíamos muy felices con las encuestas, pero la realidad ha sido muy distinta.

Ahora su buscan culpables, más que razones, que justifiquen el fracaso. Lo fácil es cargar contra Javier: …que si la campaña fue blanda, o contra Rajoy: …es que los recortes. Se hacen comparaciones con otras elecciones, lo que demuestra un desconocimiento supino de la dinámica electoral. Todos hablando a toro pasado, claro así es difícil equivocarse, aunque a pesar de todo se equivocan.

Los que hemos bregado en campos de batalla similares a los de Andalucía, tenemos aprendidas varias cosas. Una fundamental es que la comparación con otros procesos electorales son ganas de perder el tiempo: aquí, en la misma mesa electoral, hemos ganado las municipales con treinta puntos de diferencia con respecto al PSOE y hemos perdido las autonómicas por el mismo margen. O se han perdido unas elecciones autonómicas por la misma diferencia de votos que tres meses después se ganaban las generales. Cada proceso electoral lleva su dinámica y no es comparable con otro. El ambiente general ayuda en todos los casos, pero no tiene que ser determinante en casos puntuales, en Andalucía no lo fue. Por eso es deleznable que se culpabilice a los alcaldes por no haber obtenido los mismos resultados que en las municipales. Aquí tampoco faltaron los allegados a los jefes regionales de turno, que aprovecharon para cargar contra las organizaciones provinciales por esa cuestión, con el fin de tapar su evidente incompetencia. ¡Que poco cambiamos!

Lo que ha pasado en Andalucía tiene su origen en algo más profundo. Los escándalos de los EREs, las andanzas de los hijos de Chaves, es más, el PER, o el ingente pesebre creado a lo largo de treinta años, es la punta del iceberg de un estado de cosas propiciado por unos gobernantes que se aprovechan de la conformidad de un pueblo que se resiste a cambiar. El pueblo andaluz, es un pueblo conservador, a pesar de lo que muchos puedan pensar. Conservador en el más puro sentido del término, y eso lo representa mejor que nadie el PSOE de Andalucía.

La imagen que de Andalucía nos han dado los viajeros románticos del siglo XIX, de Gautier o Merimé; la novela de Hemingway, Brenan o Dos Passos, después remachada por la imaginería turístico-verbenera, nada tiene que ver con la realidad de esa región: Andalucía es una tierra extensa y rica, con mucha posibilidades de crecer y de generar más riqueza y que sin embargo tiene una renta per cápita de 17.401 € de las más bajas de España, muy por debajo de la media nacional que está en 22.252 €. Los que visitamos asiduamente esa región vemos que la gente vive bien y se arreglan con poco. En la calle no se percibe el drama del paro. Los pueblos muy cuidados y limpios, no evidencian ningún descalabro económico. Los andaluces parece que quieren conservar ese estado de cosas. Posiblemente no les interese aumentar esa renta per cápita que les haría más ricos, pero menos felices. Y no votaron al PP por que su discurso lo que en el fondo traía era ese cambio radical en su concepción de la vida.

En una ocasión, en el Consejo de Administración de Caja Toledo, pregunté al Director General, como era posible que estando los intereses de los depósitos al 12%, en la mayoría de los bancos, a nosotros nos costaba un 5%. El Director General sonriéndose me contesto: “es que algunos se conforman con menos”.

Posiblemente es que en Andalucía se conformen con menos. Si ese estado de cosas se podrá mantener en el futuro no lo sabemos. Y si no fuera así, siempre tendrán al Gobierno de Madrid para echarle la culpa.

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