Como suele ser habitual, la resaca de un proceso electoral como es el
caso de las Europeas, deja todo tipo de interpretaciones más o menos acertadas
sobre lo que se nos viene encima.
Normalmente los procesos electorales no son
extrapolables. Menos aún lo son en el caso de las Europeas. Cambian los distritos electorales: no es lo
mismo sumar los votos de un pueblo, una provincia, una región, o toda la
nación, como es el caso de estas elecciones. Cambian los candidatos. Cambian
los programas. Pero lo más importante es que en cualquier tipo de elección el
interés personal del votante está mucho más definido que en las Elecciones
Europeas.
No obstante cualquier tipo de
votación en el que concurren varios millones de personas no deja de ser
interesante y de la que sin duda se pueden sacar conclusiones. De estas
elecciones también.
Lo más destacado es la caída de
los dos grandes partidos, PP y PSOE. Luego etá la subida, menos de lo esperado,
de los partidos emergentes IU, UPyD, Ciudadanos, etc. Y por último la irrupción
de Podemos.
Han sido los resultados de este
último partido lo más sorprendente de todo. En la magnífica entrevista que
Jordi Ébole le hace al presidente de Uruguay José Mujica, define como patología
de la izquierda el infantilismo. Si esa patología se hace presente en la
mayoría de las partidos de izquierda, lo hace de manera nítida en Podemos.
Estos no se conforman con vivir a costa del Estado de por vida, como es objetivo
de la izquierda tradicional, estos además quieren casa, luz, gas y vacaciones
en el Caribe gratis.
Pablo Iglesias es un fenómeno
producto de los platós que han hecho de un sedicente debate político su “salsa
rosa” particular. Pablo Iglesias es ante todo un “telepredicador” que ha
cautivado a los más ingenuos, posiblemente también a los más necesitados, con
su gratis total, al modo del eje Cuba-Venezuela-Bolivia. Es producto de una
generación de adictos a los soportes electrónicos. Víctimas de la superficialidad,
de la diletancia electrónica, que por creerse sobre informados, en realidad lo
que están es sobre manipulados, precisamente por aquellos a los que dicen
combatir.
No es el caso de su líder,
ególatra donde los haya. Peligroso porque este sí es un hombre instruido, y
manipulador sin escrúpulos. Encierra dentro de si todos los ingredientes para
el alumbramiento de un líder de carácter orweliano, de funestas consecuencias.
Pero este fenómeno como pasó en
su día con el fenómeno Ruiz Mateos, que también consiguió unos magníficos
resultados en estas elecciones, es consecuencia sobretodo de la ceguera de los
partidos mayoritarios. Son ellos los que ante su falta de sensibilidad, su
prepotencia, su mirarse al ombligo, los que terminan arrojando a los electores
al saco de los oportunistas.
Tanto los resultados del PP como
los del PSOE, son de pena. Los del PSOE por lo menos lo han reconocido y ya
están tomando medidas, los nuestros todavía están mareando la perdiz, con que
han ganado las elecciones con el 26% de los votos ¿Cómo puede decir el PP que
ha ganado unas elecciones, si el 74% restante no nos quieren ni en pintura?
Todavía no se han dado cuenta de
que el problema no son los recortes, de los que, por otra parte, se hace
responsable al PSOE, de ahí sus resultados. El problema es que la gente está
harta del sistema: de un sistema en el que la casta política no se hace
corresponsable de las dificultades de la mayoría de la gente, ni siquiera en
las formas.
De ahí el error de cifrarlo todo
en la recuperación económica. Esta podrá llegar, pero tardará muchos años en
que esa lluvia fina cale a todos los estratos de la sociedad, sobre todo a los
inferiores. Pero además ocurre que las heridas dejadas por esta crisis, están
cambiando comportamientos de los electores. Ya no es tan importante quien es el
responsable de la crisis, como las actitudes que nos llevaron a ella. Ya no es
tan importante el nombre del partido como sus principios. Lo que ha muerto con
la crisis es un modelo de partido político que tuvo su máxima representación en
los congresos que eligieron a Rajoy o a Rubalcaba, y en todos los que los
siguieron, donde el aparato impone los candidatos sin dar el mínimo margen a la
controversia.
Rajoy, que se encontró con el
poder, pudo cambiar ese estado de cosas haciendo del PP un partido más transparente
y participativo, propiciando el cambio generacional que algunos pidieron en el
congreso de Valencia. No solo no lo
hizo, si no que profundizó en los errores que ya atenazaban al PSOE; de tal
manera que al día de hoy prácticamente no hay diferencias entre uno y otro. Y
así nos ve la gente los dos igualitos.
El PSOE parece que quiere cambiar
algo, Nosotros ni siquiera lo intentamos, estamos sobrados. Nosotros a lo
nuestro, el coche oficial, la moqueta, la VISA en los restaurantes y mucho
aplaudir al jefe. Pero nos observan. Ya no engañamos a nadie. Ahora
intentaremos lo del frente Popular para meter el miedo en el cuerpo, pero hay
demasiada gente que el único miedo que tiene es a la ausencia de futuro, para
ellos, y los suyos.