Franklin Delano Roosevelt, en las vísperas de
las elecciones presidenciales de 1940 en las que concurría como candidato para
la reelección, se encontraba en la difícil situación de una Inglaterra asediada
por un Hitler imparable; y el pueblo americano mayoritariamente partidario de
la neutralidad, consecuencia de los malos recuerdos de la guerra del 14. Época
magníficamente recogida en la película “Tal como éramos”, sin duda la mejor
actuación de Barbra Streisand y Robert Retford.
En aquellos momentos previos a
esas elecciones, Roosevelt, a pesar de los riesgos que corría de perder la
reelección, utilizó todo tipo de artimañas para ayudar a una Inglaterra exhausta.
El bombardeo de Pearl Harbor, resolvió la situación, obligando a Estados Unidos
a entrar en la guerra. Roosevelt ganó cuatro elecciones la última unos meses
antes de morir de un derrame cerebral.
Sin duda acciones como estas
demuestran la grandeza de aquellos hombres que se juegan toda su carrera
política, en aras de sus convicciones. Contra aquella mayoría que se
manifestaba partidaria de la neutralidad, el presidente supo mirar por encima
de las voces de su pueblo, para ver el colapso que se avecinaba, y obrar en
consecuencia.
Que en España tenemos problemas
no es noticia. Los tenemos y gordos, pero sería miope no ver que los más
importantes son los de índole económica. Tampoco son los derivados de la
corrupción: esa corrupción ha estado a la vista de todos durante lustros y
nadie se dio por aludido. Lo más grave de lo que nos está pasando es la
escasez, por no decir la inexistencia, de hombres de estado.
No me estoy refiriendo a grandes
hombres de estado como el del ejemplo precedente. Me estoy refiriendo a esos
hombre que en su concejalía, ayuntamiento, parlamento, gobierno local, regional
o nacional está dispuesto a sacrificar su futuro, por hacer avanzar a su país
región o pueblo, y más aún, nunca tomará una decisión perjudicial para la cosa
que gobierne por más que a él le perjudique personalmente. Esos hombres y
mujeres entregados en cuerpo y alma a un ideal, a un fin, al bien común.
Esos hombres se dieron e miles en
la Transición. No solo en la política, en los sindicatos, en la administración,
en la empresa. Todo el pueblo sabía que tenía que renunciar a algo para que
todos siguiéramos adelante, Todos teníamos que sacrificarnos, para superar la
difícil situación de aquellos momentos. Adolfo Suárez fue la cabeza visible de
aquella hazaña, pero él nada hubiera podido hacer sin el concurso decidido de
todos los españoles.
El problema de la España actual
es precisamente la ausencia total de esos valores en la clase dirigente, sean
políticos, empresarios, sindicalistas, banqueros, medios de comunicación y
demás “fauna pudiente”. Y un pueblo desarmado moralmente, que ha dado la espalda
a esta situación, y esto es lo más grave, en la convicción de que nada se puede
hacer.
Los únicos que se mueven son
aquellos que se llaman representantes de quien no lo son, pero que tienen a su
favor la manipulación sistemática de los medios de comunicación, para
multiplicarlos hasta el infinito. Pero solo son un espejismo inducido por
intereses bastardos.
El cortoplacismo, la vileza
moral, el egocentrismo, la ausencia de ideas, la carencia de ideologías, la
fatuidad engreída de mindundis venidos a más, la política como salvavidas y
otros males se enseñorean en los personajes que pretenden gobernarnos. Han
perdido la vergüenza y el pudor, todo les da igual con tal de seguir viviendo
de esto. A lo más que podemos aspirar es a un gestor de mediana capacidad, para
llevar el día a día. Nada ha cambiado, seguimos gastando dinero a manos llenas
en alimentar un estado antropófago, que como el Zeus mitológico no dudará en
devorar a sus hijos con tal de asegurar su supervivencia.
Nadie que ilusione, nadie que se
ponga a la cabeza, nadie que dé ejemplo,
todos en el parapeto de la necesidad inevitable. Pero esas necesidades que
están esquilmando nuestros bolsillos, no impiden las obscenidades de los coches
oficiales, de los cargos de confianza, de las asignaciones escandalosas a los
grupos políticos, de colocar a la parentela a toda costa, ¿en que quedaron los
menús de 20 euros de Cospedal? ¿Dónde dejaron la vergüenza si es que alguna vez
la tuvieron? ¿Qué grandezas podemos pedir a semejantes personajes?
La izquierda y la derecha a la
greña desde el siglo XIX ¿por qué no copian de Alemania? ¿Cómo es posible que
el único discurso de unos sea la destrucción de lo que construyen los otros? ¿Qué
pasó en la Transición?: pues debe ser que nos volvimos todos locos, que por un
espacio de tiempo este Pueblo se llenó de hombres de estado. La locura duró
poco tiempo, e inmediatamente la Derecha y la Izquierda se pusieron de acuerdo
para inmediatamente llevarnos a la cordura. La cordura de los aparatos, de la
corrupción material y moral, del más tonto arriba para que no me dé problemas.
Y algunos se asombran de lo que
está haciendo Más, ¿es que hace algo distinto de lo que hacen otros? ¿A caso el
Estado Español le interesa a alguien, si no es para ordeñarlo hasta que salga
agua de las ubres?
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