La suerte está echada: Hoy, día de elecciones, antes de saber los resultados, todos esperamos que sean excelentes para el PP; me da por reflexionar sobre lo que se nos viene encima. No estoy hablando de la prima de riesgo, ni de los peligros de una intervención. En algunos de mis artículos he manifestado que no es tan fiero el león como lo pintan, y a partir de que gane Rajoy veremos lo acertada de esta afirmación. Me estoy refiriendo a si vamos a ser capaces de articular un proyecto de futuro para que el PP deje de ser un excepción, casi obligada por los acontecimientos, en la vida política de este país. Si vamos a dejar de ser ese último recurso, de un país entregado de por vida a los encantos de la izquierda, y a sus desmanes.
Tenemos una referencia para hacer un análisis, la vivida en los años 1995 y 96. En el año 95, en Castilla la Mancha conseguimos todas las diputaciones, todas las capitales de provincias y la mayoría de los municipios de la región. También conseguimos la CCM, que inmediatamente nos quitó Bono vía ley de Cajas, origen del desastre que ha vivido esta entidad. La región estuvo a un puñado de votos. Unos meses después en Elecciones Generales conseguimos el gobierno de España.
A pesar del inmenso poder que en aquel momento acumulamos, pasado los cuatro años de esa legislatura, en las Elecciones Municipales del año 99, todo se vino abajo. En Toledo mantuvimos la Diputación y el Ayuntamiento de la capital, y creo recordar que también los ayuntamientos de Guadalajara y Ciudad Real. El Gobierno Central aguantó una legislatura más y en el 2004 perdimos las Elecciones Generales en medio de una esplendida bonanza económica.
Viví de cerca, y en primera linea, aquellos acontecimientos y solo tuvieron que pasar algunos meses, para percibir con claridad lo que se nos venía encima.
Los candidatos que ganaron aquellas elecciones, sobre todos los alcaldes de capitales, y grandes ciudades y no digamos los presidentes de las diputaciones, se creyeron los “reyes del mambo”... vamos, que habían ganado las alcaldías o las diputaciones por oposición. Haciendo gala de una soberbia y una prepotencia sin límites rechazaron cualquier intento de coordinación de ese poder, despreciaron a los que les llevaron “en andas” hasta esos puestos, y faltaron al respeto y a la consideración debida a los electores que les cedieron su confianza.
En el ámbito nacional después de la primera legislatura en la que según Aznar, “hubo que hacer de la necesidad virtud”, con la mayoría absoluta el endiosamiento hizo acto de presencia y todo se fue al traste.
En ambos casos no supimos digerir la victoria, no se si por falta de experiencia en estas lides, por la falta de enjundia política de nuestros candidatos, por la ausencia de valores de los mismos, o por las tres cosas a la vez. En todo caso lo que ocurrió lo teníamos más que merecido. No supimos estar a la altura de lo que es exigible a un hombre público y mucho menos a un hombre de partido.
En estos meses se ha hablado mucho de que Castilla la Mancha es banco de pruebas de las políticas del PP. No creo tal cosa, creo que los que gobiernan hacen lo que pueden, pero lo que más me preocupa es “como lo están haciendo”. Lo que me preocupa es que aquellos “tic” de soberbia , prepotencia y desconsideración aparecen por doquier a cualquier paso o contratiempo, que tienen los titulares de Gobierno Regional.
Descalificaciones, cuando no insultos, impropios de un político, para aquellos que legítimamente protestan en defensas de sus intereses. Desaires y desprecios a colectivos, que manifiestan sus inquietudes. Falta de empatía para aquellos que se acercan para exponer sus problemas. En definitiva actitudes más que conocidas de cuyas consecuencias ya tenemos alguna experiencia.
Si nos trasladamos al partido, la enfermedad se multiplica. De la formación de las listas solo se puede deducir que el “efecto cortijo” se ha adueñado de todo el quehacer político. Los barones, tanta veces denostados, que aparecen de nuevo en el horizonte, y los amigos del Secretario Regional son los criterios imperantes en la formación de esas listas. Que se haga bueno aquello de que “hay que tener la boina en dos banquetas para que nunca te falte donde sentarte”, que un día me dijo, sin ningún empacho, un fornido alcalde manchego, no deja de ser penoso en un partido donde se supone que hay que “dar juego” al mayor número de personas posible. No digamos de la actitud “estalinista” con aquellos compañeros, políticamente valiosos, cuyo pecado fue ejercer sus derechos de militantes y que han sido apartados, sin ningún pudor, de una actividad política, para la que estaban sobradamente preparados. Mientras, observamos con asombro la que puede caer en determinadas instituciones si corren las listas como consecuencia de estas últimas elecciones.
Ahora todo marcha sobre ruedas, vamos de sobrados, pero cuando vengan las duras, cuando las “cañas se vuelvan lanzas” recogeremos lo que hayamos sembrado.
El problema de la política no es ganar, sino mantenerse. Lo primero lo puede alcanzar cualquiera con un poco de suerte, solo es necesario que el contrario pierda; lo segundo solo lo consiguen los buenos, los que tienen la humildad de reconocer que son personas corrientes que tienen que ganarse el liderazgo todos los días.