lunes, 3 de enero de 2011

LOS CLICKS DE FAMOBIL

Con la marcha de Cascos termina la lenta pero inexorable aniquilación, dentro del PP, de lo que fue el mejor gobierno de España de los últimos tiempos, el que la colocó en las cotas más altas de riqueza y de prestigio internacional. Solo Arenas, que fue el primero en verlas venir, refugiado en su “cortijo” andaluz aguanta, con la esperanza de ver caer la alcazaba del califato socialista, y Esperanza, ejerciendo de “verso suelto”: consecuencia de los éxitos electorales de los que muchos de sus jefes están ayunos, y de una rotundidad ideológica que incomoda sobremanera a un aparato posibilista y demoscópico.
El congreso de Valencia sentenció un modelo de partido, que tiene sus antecedentes inmediatos en la reciente historia de España, con los gobiernos de Canovas y Sagasta, o en el partido único de la Dictadura.
El PP abandonó sus principios ideológicos, para junto con el PSOE, conformar un “corpus políticus” donde lo importante es estar. De esta manera se configura una especie de partido único con dos cabezas diferenciadas más por cuestiones de forma que de fondo. O como ocurrió con los partidos políticos en los gobiernos de la Restauración, donde lo más importante era repartirse el poder, por turnos, entre liberales y conservadores, aún a costa de manipular las urnas.
Aquellos partidos cauce de anhelos ideológicos pasaron a la historia. Aquel impulso interior que nos movía a cambiar las cosas para mejorar la sociedad en la que vivíamos, se ha tornado en puro y simple acomodo. Los partidos se burocratizaron y se han convertido en un remedo de ministerios, donde lo importante es aplaudir al ministro de turno, porque en este ministerio no se entra por oposición, sino por decibelios; los que seas capaz de generar con el aplauso entusiasta.
Los partidos y desde luego el PP, han perdido su condición de organizaciones de base, para convertirse en nomenclaturas, donde los congresos se han convertido en juegos florales, y los órganos de gobierno en amalgama de personas que son consecuencia, más de la voluntad del designado, que de la expresión de las bases.
En los tiempos de escasez el impulso ideológico era el motor imprescindible, pero hoy después de que los partidos se inventaran el “ministerio de la oposición” todo el mundo cobra: los que mandan por que están en el gobierno, y los de la oposición porque están en un ministerio que es una delicia, se cobra lo mismo que en el del gobierno, pero si responsabilidades a las que hacer frente.
De esta manera los políticos de raza han caído en desuso, y los partidos se están llenando de clones, menesterosos, aplaudidores, entusiastas del “si señor”, que como los “clicks” de Famobil, solo tienen que cambiarse el sombrero para pasar de ser pirata a ser granjero, o soldado romano.

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