Es evidente la empanada política que embarga a los españoles.
No es para menos. Nuevos partidos políticos de difícil adscripción, deriva
ideológica de los ya existentes, saltos ideológicos según de que se trate,
nadie parece estar donde debe, y lo que es más importante nadie sabe donde
estarán mañana.
Ante este potaje ideológico parece razonable que el pueblo o
bien de la espalda a las organizaciones políticas, o bien intente simplificar.
A mi juicio este es un caldo de cultivo ideal para que aparezca “el líder carismático”.
En Francia ha ocurrido hace unas semanas, un ministro
socialista revotado del gobierno de Francois Hollande ha barrido el panorama político
francés en poco más de un año.
Cumple todas las condiciones: buena formación, hombre de éxito
en su vida profesional, experiencia política suficiente, buena presencia, con
carisma, y por si fuera poco ese puntito que le da haberse enamorado de su
profesora; además, de literatura. Hay que reconocer que en estas cosas del amor
los franceses lo bordan.
Sospecho que los franceses, con la misma empanada política
que tenemos los españoles, han repudiado las organizaciones políticas y se han
entregado al hombre.
Ha pasado en numerosas ocasiones a lo largo de la historia,
cuando las organizaciones humanas no funcionan o lo hacen mal, la gente busca
el dirigente. En muchos casos se equivocan, sobre todo porque es muy difícil ser
dirigente y no pasarse al lado oscuro, pero a veces funcionan, esperemos que
sea el caso de los franceses. Al menos hay que reconocerles que ellos han
tenido la suerte de tener un hombre con posibilidades y el valor de hacerle
presidente.
Pero en España seguimos con la empanada, que no tendría mayor
importancia si no fuera porque algunos quieren que salgamos de esa empanada
deshaciendo España. Antecedentes tenemos a lo largo de nuestra historia, y
nunca nos llevó a buen puerto. Eso es lo malo, parece que tira de nuestra
inteligencia esa tradición goda, árabe, taifa, cantonal y ahora nacionalista, que
tienen muchas características en común y ninguna buena, pero sobre todo que nos
hizo sumamente débiles y favoreció los sucesivos desastres que sufrieron todos y cada una de los españoles que les toco
vivir la orgía de los reyezuelos y señores feudales.
No se puede esconder bajo el ropaje identitario lo que a ojos
vista no es otra cosa que egoísmo, insolidaridad, y pura y simple tiranía. Que claro,
en la actualidad, tiene otro aspecto distinto del derecho de pernada puro y
duro, pero que en otros muchos aspectos se le parece mucho.
Pero claro para eso hay que tener partidos que tengan claro
en su ideología que la solidaridad no puede ser solo el 3%, mientras haya zonas
de España que pretendan, a costa de las demás, vivir mucho mejor que el resto.
Esa es la ventaja que tienen los franceses sobre nosotros que
ellos si tienen claro lo que es un Estado, lo que es la liberté la égalité y la
fraternité, y que de eso los nacionalistas andan pero que muy escasos.