Quizá debería disculparme por la ausencia
de más de tres meses de estas páginas. Se podría dar muchas interpretaciones,
pero la realidad es que no me ha sido posible acumular la suficiente presencia
de ánimo, como para escribir sobre una actualidad política disparatada. No es
que me produjera asombro o indignación, aunque razones hay para tal cosa, no,
todo era más simple, lo que realmente me embargaba era el aburrimiento.
He intentado analizar desde un
punto de vista objetivo y ecuánime, las razones de la sinrazón que vivimos. He intentado
llegar a las raíces del mal que nos embarga. Y así más de tres meses. No ha
sido fácil llegar a conclusiones, e incluso después de todo no estoy seguro éstas sean acertadas.
No es posible que el estado de
cosas que estamos viviendo sea, solamente responsabilidad de la clase política.
Eso pretenden hacernos creer algunos populistas, que se presentan como algo
nuevo, y a la primera oportunidad que tienen de demostrarnos que son algo
distinto, nos encontramos con que son más de lo mismo, solo que cargado de bombo.
Lo que ya sí sabemos es que los reformistas en esto de disponer de los fondos
públicos, esos que se nutren con los impuestos que pagamos todos, no tiene
complejos. Es que ellos son la esencia del pueblo y en consecuencia: todo para
el pueblo… que soy yo y los parientes.
Es cierto que hay un problema de
falta de liderazgo. Una clase política que se mueve solamente en clave
demoscópica, de titulares de prensa artificiales y huecos de contenido, nunca
podrá asumir el liderazgo de nada. La esencia del liderazgo es ir por delante y
no por detrás del pueblo.
Recuerdo aquellos días de la
Transición. En aquellos tiempos los partidos estaban tremendamente
ideologizados. No eran organizaciones monolíticas, muy al contrario, estaban
plagadas de corrientes y facciones. La situación económica era muy delicada,
las huelgas se multiplicaban un día y otro. El terrorismo haciendo de las
suyas. El bunker, la caverna. No podían darse peores condiciones para la
actividad política. No digamos para la del gobierno.
Pero cada vez que se planteaba un
problema grave, y empezabas a pensar cual sería la mejor solución, de repente, en la televisión escuchabas: “chan, chan”
“Avance Informativo”, y allí aparecía un señor contándote la solución a la que
habían llegado los políticos de ese momento, y que coincida bastante con lo que
a ti te parecía lo más razonable. Y así día tras día, mes tras mes. Avances informativos donde se relataban
medidas y decisiones que nos fueron llevando a la senda de la democracia. Fuimos
de la mano de aquellos hombres y mujeres. Sabíamos que casi todos se dejaron
por el camino postulados ideológicos, en aras del consenso, pero aquellas
renuncias les hacían más grandes, no sé si ante los propios, pero si entre los
ajenos. Aquella clase política era respetada tanto por lo que consiguieron como
por aquello a lo que renunciaron. Aquellos hombres iban por delante de
nosotros.
Hoy, por el contrario, tenemos
una clase política de marcado carácter funcionarial, donde el liderazgo se
sustituye por la demoscopia. Se está sustituyendo el impulso del espíritu, por
un algoritmo. Esa ausencia de liderazgo está dando lugar organizaciones tremendamente
burocratizadas donde los luchadores no tienen ningún futuro porque dejan en
evidencia al aparato. Son organizaciones que solo alumbran políticos “chusqueros”.
Claro y el problema está en que
el político “chusquero” es la antítesis del político de raza. Es lo más
parecido a aquellos políticos de la dictadura que denostaban la actividad
política. Son políticos a los que les viene muy bien aquella frase de “Vd. Haga
como yo y no se meta en política”. Bueno a lo mejor ahora se dice de otra manera:
“tú no te metas en líos”, Te estás equivocando….etc.
Por tanto uno de los problemas, a
mi juicio, es la falta de esencia, de calidad democrática de la clase política y
de sus organizaciones. Yo diría más el problema es que no tenemos políticos. Tenemos
funcionarios disfrazados… y ya sabemos que al funcionario solo le importa lo
suyo, por más que diga estar al servicio de la gente.
Pero a pesar de esta carencia la
cosa no sería tan grave si al menos hubiese un entramado social fuerte y
activo, pero de eso andamos también mas bien escasos. En el aspecto laboral,
los trabajadores no es que les hayan recortado sus derechos, eso no es lo más
grave. Lo realmente grave es que no se cumplen, ni de lejos, los que todavía
tienen. La escasez de empleo, por una parte, y unos sindicatos más pendientes
de sus privilegios que de la defensa de los trabajadores, por otra, hacen que hoy estos trabajadores estén más a
la intemperie que nunca. Obligados a aguantar todo tipo de exigencias, ya sean
de horarios, condiciones de trabajo o salariales. Punto y aparte merecen las
grandes corporaciones, que a través de las subcontratas y la figura del autónomo
ficticio, han encontrado la más novedosa de las maneras de explotación. O la de
la encuesta de satisfacción, en la que se nos involucra a los propios usuarios en ese sistema perverso
de coacción. Es curioso pero en esas encuestas nos piden la opinión sobre la
persona que nos atiende, pero no por la de la empresa suministradora, que puede
ser muy distinta. Y ante todo esto, los sindicatos durmiendo la siesta. Como en
el caso de los políticos se han transformado en funcionarios, financiados por
el gobierno y la patronal.
En ese entramado social los
medios de comunicación son un elemento clave en la denuncia y conformación de
la opinión pública. Así era al menos hace unos años. Hoy esos medios en manos
de empresarios sin escrúpulos, instalados en la soberbia y el poder, son
verdaderas fábricas de dinero, en las que no importa cuál sea la cantidad de
residuos tóxicos produzcan en su actividad. Por lo que a la política se trata,
es escandaloso el sectarismo del que hacen gala, sin complejos, pero sobre todo
sin vergüenza, manipulan, intrigan, difaman, o ensalzan y glorifican a las
órdenes de capos cuyo fin no es otro que hacerse de oro. Eso sí, todos van de exquisitos
y la mayoría de izquierdas, que eso en
la Moraleja o en La Finca viste mucho.
Algunos ingenuos han pensado que
la solución está en las Redes Sociales. Pero es el caso que se han hecho tan
masivas, que solo los que disponen de medios extraordinarios de presencia en
las mismas tienen alguna posibilidad, y esos son los mismos que hemos
enunciado en los párrafos precedentes. Las Redes Sociales tienen más de “redes”
que de otra cosa. Donde los pobrecitos se quedan atrapados pataleando, mientras
los poderosos las traspasan sin ninguna dificultad.
Por terminar deberíamos hablar de
la educación, pilar donde los haya en la conformación intelectual, moral y social
del individuo. En ese punto solo ver los informes que año tras año nos colocan
un poco más atrás que el anterior, tanto en la educación general como en la
universitaria. Esto no es otra cosa que la consecuencia del buenismo ñoño de
una sociedad que no quiere hacer frente al hecho de que, en todos los aspectos
de la vida solo el esfuerzo te lleva adelante. Que es en la escuela donde eso
se debe inculcar, que es en la escuela conjuntamente con el hogar donde hay que
enseñar a los niños que este mundo tiene sus dificultades y sus oportunidades,
y que hay que saber superar unas y aprovechar las otras. Sé que conseguir eso
no es fácil, pero se torna imposible cuando el colectivo de enseñantes se niega,
por ejemplo, a los “exámenes blancos”. Exámenes que no suponen una traba para
el alumno, pues no cuenta la nota, pero que nos da una idea de la calidad de la
educación que estamos dando. ¿Por qué un colectivo docente se niega a este
control de la calidad de su enseñanza? Muy
sencillo, porque ellos saben que la calidad no es buena y les puede poner en
evidencia. Una renuncia más en beneficio de unos pocos y a costa de nuestro
nivel académico, intelectual y humano. De la Universidad mejor no hablar, esa
desde que empezó a caer en manos de la izquierda va de cráneo. Y ahora resulta
que el malo es Wert, no podemos ser más memos.
Estos ejemplos nos ilustran sobre
una sociedad desarmada, sin pilares, que está cediendo ante el empuje de innumerables
intereses. Una sociedad perdida en una selva de mensajes cruzados, pero muy
certeros para orientarla en beneficio de unos pocos. Una sociedad maniatada que
impide a sus miembros desenvolverse en libertad. Una sociedad víctima de lo que
podríamos llamar dictadura por omisión:La
omisión en el ejercicio de sus responsabilidades de los representantes más
notorios de esta sociedad, deja a sus miembros al capricho de los elementos más
detestables de la misma. Lo que se configura en una verdadera dictadura que los
españoles soportamos a diario en nuestra relaciones con las grandes empresas de
servicios, bancos, administración pública, judicatura etc. El problema es que
los españoles no somos ciudadanos de pleno derecho, somos siervos de una clase dominante
que hace y deshace a su antojo, ante la pasividad de aquellos a los que hemos
elegido para que nos defiendan.
A mi juicio la ausencia de
gobierno es consecuencia de todo esto, pero no es lo más grave de lo que
tenemos encima. El pueblo español debe poner manos a la obra, y como ya hizo en
los setenta tomar la determinación, en este caso, de desenmascarar a los golfos
que abusan de nuestro pueblo. Golfos que están no solo en la política, sino emboscados
en toda la sociedad, en la izquierda, en la derecha, en el centro, en el
populismo, en las ONGs, en las iglesias, en la empresa, en el comercio, en la
cultura, en los bancos, en las instituciones por altas que estas sean, en los
medios de comunicación, en los tribunales de justicia, etc. Somos los españoles
los que cada uno en su ámbito debemos desenmascararlos, debemos sanear esta
sociedad poniéndoles en evidencia, que el colmo es que algunos pasan por buenos.
Y a lo mejor hay que empezar
hablando de España, bien y sin complejos, porque hay razones sobrada para
hacerlo. Cuando puedo veo un programa que es un poco castaña: “Destino España”.
Es un programa que se hace con personas venidas de las cuatro esquinas del
Globo. Infinidad de nacionalidades, que estén en la región que estén, solo
tienen palabras de elogio y gratitud
para España y los españoles. Y a muchos de nosotros cuanto nos cuesta hablar bien
de lo nuestro. Cuando es para sentirse orgulloso y porque es el producto
benéfico de generaciones de españoles que se partieron el espinazo para llegar
donde ahora estamos.
“Esta España tal es como el paraíso de Dios. Es bien abonada de mieses,
e deleitosa de frutas, viciosa de pescados, sabrosa de leche e de todas las
cosas que de ella se hacen; e llena de venados e de caza, cubierta de ganados,
lozana de caballos, provechosa de mulos e de mulas; e segura e abastada de
castillos; alegre por buenos vinos, holgada de abundamiento de pan, rica de
metales. E España sobre todas las cosas, es ingeniosa, y aun temida y muy
esforzada en lid; ligera en afán, leal al Señor, afirmada en el estudio,
palaciana en palabra, complida de todo bien; e non ha tierra en el mundo que
semeje en bondad nin se iguale ninguna en fortaleza, e pocas ha en el mundo tan
grandes como ella. E sobre todas España es abundada en grandeza; más que todas
preciadas por lealtad. ¿Oh España, non ha ninguno que puede contar tu bien!”
Esto lo escribió Alfonso X El
Sabio hace 750 años, y a mi juicio nada ha cambiado.