“La idea de poder absoluto
surgió al unísono con la aparición del Estado Nación. Bodín, en Francia, y
Thomas Hobbes, en Inglaterra, fueron sus padrinos. Ambos coincidían con las
ideas de los antiguos griegos con respecto al dominio del hombre sobre el hombre,
un dominio identificable hasta que en nuestra contemporaneidad surgió el
dominio oscuro y sin responsabilidad de la burocracia. Las personas ya no son
responsables personalmente, sino Nadie.
Si conforme al pensamiento
político tradicional, identificamos la tiranía como el Gobierno que no está
obligado a dar cuenta de sí mismo, el dominio de Nadie es claramente el más
tiránico de todos, pues no existe nadie al que pueda preguntarse por lo que se está
haciendo. Es este estado de cosas que hace imposible la localización de la
responsabilidad y la identificación del enemigo”… y como consecuencia del
tirano.
Los entrecomillados no
son míos, pertenecen a los párrafos del libro “La caza de los intelectuales” de
César Antonio Molina.
Tiene que ver con algo
que me preocupa de un tiempo a esta parte, como es la deriva totalitaria de la
Administración Española. Ese Nadie que en base a su soberbia consigue privar a
los ciudadanos de sus derechos más elementales.
Me sorprende que
cuando aparecen nuevas formaciones políticas, cuajadas de politólogos, que
dicen venir a resolver los grandes problemas que afligen a España, no haya
ninguno que entre en este terreno verdaderamente sombrío.
¿Cuántos derechos se
ven conculcados por nuestra Administración en base al Silencio Administrativo?
Ese Nadie contra el que no se puede actuar, porque sencillamente no existe. Ese
Nadie que parapetado en los privilegios
de su “casta” puede actuar con toda impunidad ¿Cómo se puede exigir
responsabilidades a quien no existe?
¿Cuántos ciudadanos
ven como sus recursos ante ese Nadie, concienzudamente argumentados, tienen
como consecuencia el silencio, con suerte la fotocopia tipo? ¿Cómo actuar
contra ese bandido que agazapado, evita asumir su responsabilidad, escondiéndose
en el anonimato? ¿Cómo hacer pagar a ese individuo que dice estar al servicio
del pueblo su ineficacia, su irresponsabilidad, en ocasiones su maldad, cuando
Nadie no existe?
¿Cómo frenar la
voracidad económica de esa Administración cuando nadie contesta a tus quejas, a
tus escritos, a la exposición de tus derechos, a la demostración fehaciente de sus
numerosos errores? ¿Cómo es posible que ningún político se haya dado cuenta que
el grito: “¡Qué se vaya al contencioso!”, es hoy el grito de batalla de ese Nadie
que se considera en permanente guerra contra ese “presunto delincuente” que, él considera, anida
en todo ciudadano?
¿Qué tiene que hacer
ese ciudadano que ve conculcados sus derechos, cuando no sus recursos
económicos, si poner orden en todo eso, le supone gastar miles de euros en
procesos legales, ante los que la Administración tiene siempre las de ganar
porque, como mucho, tendrá que pagarte lo que debió pagarte en un principio,
años atrás, pero que nunca será condenada en costas, ni por supuesto exigirá
responsabilidad al causante de tanto trastorno?
¿Cómo se va a resolver
este problema si el noventa por ciento de los políticos son funcionarios?
La demagogia
alimentada por unos y otros sobre el sueldo de los políticos trae esas
consecuencias. ¿A quién le interesa el oficio de político?. Solamente a
aquellos que no tienen ni oficio ni beneficio; que donde van a ir que más valgan,
o a los funcionarios. Es a estos a los que más interesa porque añadido a ese
sueldo tienen otros beneficios; cobran la antigüedad de su puesto de trabajo,
siguen sumando trienios, y según los casos volverán su puesto de trabajo con un
nivel treinta, el más alto en la Administración. Algo así como si un sargento volviese
al cuartel cobrando lo que un general, solo que con los galones de sargento, y
esto vale también para la jubilación. Otros beneficios también importantes es
el poder trabajar, si no tienen la dedicación exclusiva, en la localidad donde
ejercen de políticos. Es decir que le sacan la plaza en su pueblo.
Este Nadie, por tanto,
amparado por el inmenso lobby que supone la ingente masa de funcionarios metidos a políticos, no deja de
crecer. Una nueva amenaza que se configura como una variante del clásico modelo
de dictadura, y que lastra seriamente nuestro desarrollo político, económico y
social,
De esta manera el
monstruo de Nadie no deja de crecer, para cada día seguir engullendo, como un
Cronos maléfico, los derechos de sus hijos.